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The Date 3.

Ella ni siquiera podía vocalizar las palabras para darle la razón. Ophis entonces, rozó sus labios tiernamente, acariciándolos y tomó su boca, separando sus labios e introduciendo su lengua. Ella pudo saborear su propio sabor.  Él introdujo sus manos bajo sus caderas y la arrastró bajo él, dejándola apoyada en el límite del sofá. Era de la altura perfecta, y él se arrodilló en el suelo delante de ella. 


La cabeza de su miembro empujó la entrada de su sexo. Maat empujó sus caderas hacia delante, deseándolo dentro de ella. La penetró con un lento golpe, empujando la cabeza dentro de la entrada. Ella jadeó cuando su amplitud estiró sus músculos internos. 


-Dios, eres estrecha, amor...¿hace cuánto que no...? -Murmuró Ophis contra sus labios 


Su voz ronca parecía seda en su piel, haciéndola estremecerse.


 -Pues.. un tiempo. ¿Por qué?... ¿Es malo? -dijo Maat un poco avergonzada.


-Oh, no. No es malo. Eres dulce. Caliente y dulce. Eres pefecta, estrecha y excitada. Jodidamente perfecta para mí. -Él gruñó con una sonrisa.


Ophis se introdujo por a poco, dejándola tener lentamente cada pulgada de él. Maat quería gritar. Él la llenaba tanto, expandiéndole los músculos y poseyéndola completamente. Ella movió las caderas, deseando todo de él en ese mismo instante, más rápido y más duro, pero Ophis se mantuvo quieto. Él salió hacia afuera, asegurándose que ella estaba lo suficientemente lubricada, lo estaba, y entonces volvió a penetrarla. Al final, Ophis se quedo así, completamente hundido dentro de su cuerpo y la miró en la media luz que traspasaba la persiana del salón. Maat pensó que se perdería en sus ojos. Él alcanzó unos mechones de su pelo y lo apartó de su cara con un gesto tan amoroso y cariñoso que se le llenaron los ojos de lágrimas. Ophis besó su frente y luego bajó, la besó posesivamente en los labios, tomando su boca con una agresividad que hizo que Maat gimiera. Entonces la cogió por el trasero y empezó a moverse. Maat jadeó y le arañó el hombro.


-¡Sí! Dios, ésto es lo que quería...  -siseó ella.


Ophis gruñó y empezó a penetrarla más duro y más rápido. Maat no podía pensar, no podía hablar. La sensación de su pene largo y ancho dentro de ella era más de lo que podía soportar. 


-¡No pares. No pares! -masculló Maat .


-Ni de coña. -gruñó Ophis. 


El orgasmo llegó desde lo más profundo de ella. Sobrepasó todo. Podía sentir los músculos de su interior temblando con convulsiones alrededor de Ophis. Las olas de placer la llenaron y le quitaron la respiración. No podía gritar, no podía gemir, no podía hacer nada salvo perderse en ellas. Maat nunca había experimentado un placer sexual tan grande en su vida, realmente añoraba a este hombre. 


Ophis gimió y echó la cabeza atrás. Ella sintió su miembro sacudiéndose dentro de ella cuando se corrió. Era tan erótico, tan increíblemente erótico mirar a este hombre correrse dentro de ella. Se quedaron enredados el uno en el otro, respirando con dificultad. Maat podía sentir cómo temblaba ella misma, no sólo por el esfuerzo físico sino por el placer que había experimentado. Su cuerpo todavía se estremecía por él. Ophis encontró su boca y la besó profundamente mientras acariciaba su cuerpo con sus grandes y hábiles manos, consiguiendo que ella jadeara y temblara. Él todavía no había salido de ella y Maat podía sentir sus músculos ondulándose alrededor de su miembro.   


Sin decir una palabra, él la abrazó, depositando besos en su cara y garganta. Saciada y profundamente contenta, lo abrazó buscando su calor. Con cuidado, él le quitó el resto de la ropa, el sujetador y los tacones.  Ella se sentó y empujó su camisa por sus hombros, luego dejó que sus dedos resbalaran por su pecho y su vello, siempre le había parecido sexy en un hombre. 


-Fue increíble. -Murmuró Ophis. 


-Sí…


-Te deseo de nuevo. -Él la besó y guió la mano de ella a su miembro aún erecto. 


-Maat, ¿te quedas a pasar la noche, verdad? Tenemos mucho de lo que hablar.


-Oh, bueno, no quiero irme ahora, si es lo que te preocupa.  -Quedarse toda la noche.... no estaba segura de que pudiera hacerlo. Pero antes de que pensase algo coherente, le había dicho que sí. Tembló al sentir el aire frío tocar su piel desnuda. 


Ophis tomó su mano de su pecho, besó sus dedos y se puso de pie llevándola con ella. Cogió una manta de detrás del sofá y la tapó acercándola a su cuerpo. 






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