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Mostrando entradas de febrero, 2014

Un dulce muy dulce.

¿Que haré? esa es la pregunta que retumbaba en mi mente una y otra vez desde que llegué a casa ¿que haré con todo esto joder? Me encontraba en una encrucijada, por un lado estaba mi novio Coll, quien me quería como si no hubiese nadie más en el mundo, un amor puro, sincero y me lo demostraba a diario, el no se merecía lo que acababa de hacer, pero también estaba Adrián, despertaba en mí los instintos más básicos de cualquier persona, era pura pasión desenfrenada y lo peor de todo era que lo amaba como nunca amé a nadie siempre lo amé y acababa de hacer el amor con él. No importaba la decisión que tomara alguien de los dos terminaría muy mal parado y esto me hacía sentir como una completa "hija de puta". Pero mientras estaba inmersa en mis pensamientos y mordiendo la segunda manzana que me había comido ya desde que llegué, me encantaban las rojas sobre todo y para mí eran como un dulce, noté que alguien entró en mi habitación y con una mano me vendó los ojos y me habló

San Valentín.

Iban a salir pues era la noche de San Valentín y curiosamente hacían dos meses desde que estaban juntos formalmente. Él esperó en el salón mientras ella iba a su cuarto a buscar la ropa. Y cuando la vio aparecer, no se creía lo que estaba viendo. No se había puesto la bata. Sólo llevaba unas pequeñas bragas y se sujetaba el abierto sujetador con la mano izquierda sobre los pechos. Se acercó a él, que se quedó sentado, petrificado, se dio la vuelta y esperó. Ante los ojos de él, estaba el culo más bonito que había visto en su vida. Redondo, con el volumen justo. Y encima, resaltado por unas bragas culotte que dejaban media nalga al descubierto. No  podía quitar los ojos de aquella maravilla. Ella esperaba a que él le abrochase el sujetador. Pero el hombre no se movía. -  ¿ Me abrochas? Le preguntó ella en un tono bastante seductor. -   Oh, claro... claro. Le respondió él. Se levantó del sofá con una fuerte erección, y con temblorosos dedos le abrochó el sujetador. Mir

Suya.

Hizo una deliciosa presión sobre mi pezón entre el pulgar y el dedo índice otra vez. Contuve el aliento mientras una cascada de ardientes estremecimientos me recorría el cuerpo, incendiándome poco a poco por dentro. Eché la cabeza hacia atrás para darle mejor acceso a mi cuello y cerré los ojos. Nuestras miradas se encontraron mientras un apremiante nudo de tensión se alojaba en la parte baja de mi vientre. Plenamente consciente, me dejé llevar por las sensaciones que me estaba provocando, le busqué, y mirándolo fijamente a los ojos lo besé, su lengua acariciaba mis labios muy lentamente al tiempo que yo le agarraba el labio inferior con los dientes y le daba pequeños mordiscos, a los cuales el respondía con pequeños gruñidos. Sin previo aviso introdujo dos de sus dedos en mi interior y continuó metiendo y sacando los dedos de mi interior, estimulando ese punto situado en lo alto, muy dentro haciendo que le clavara las uñas en la espalda y pronunciara su nombre entre jadeos.  Todavía

Confesionario.

- ¿Quieres confesarte hija mía? - Si padre, si puede confesarme ahora mejor. Contesté aunque me parece un poco ridículo llamarle eso a la persona con la que compartí mi primera vez. Le dejé entrar en el confesionario antes de levantarme del banco. No me daba vergüenza llevar un vestido de seda largo y negro con un pequeño escote lo llevaba tan ceñido que parecía una segunda piel y unos tacones de infarto. Así que cuando Saúl abrió la ventanita del confesionario pudo distinguir como la luz del sol de la mañana atravesaba la iglesia y me envolvía resaltando mi esbelta figura. Me demoré unos segundos antes de arrodillarme para darle tiempo a reponerse pues se había quedado embobado mirándome de arriba abajo y comencé. -Ave María purísima. -Sin pecado concebida. -Perdóneme padre porque he pecado. -¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas hija mía? Me preguntó Saúl con voz algo ronca. -Siete días padre. Ayúdeme estoy desesperada. Dije conteniendo la risa.