¡Smack! ¡Smack! ¡Smack! Había pocos sonidos que Luis amase realmente, más que los de una fusta de cuero golpeando la flexible carne femenina de su esposa, y eso era oir sus gemidos y verla llegar al clímax sabiendo que él y solo él era el encargado de proporcionárselos.
- Oh, sí, te vas a sentir muy bien después de esto cariño. Le susurraba mientras hundía dos dedos en el interior de su sexo y entre sus muslos, no le sorprendió que la encontrase mojada y caliente.
La tenía atada en una barra inclinada hacia atrás con las manos aseguradas. Su cabello negro como el azabache le oscurecía el rostro, así que se agachó y se lo recogió hacia atrás para verle la cara de placer que tenía y esos preciosos ojos azules cristalinos que tanto le gustaban. Le sonrió y tiró de su cabello antes de regresar a la tarea en cuestión.
- Eres realmente preciosa San. Se desabrochó los pantalones y dejó que saliese su tremenda erección que palpitaba dentro de los vaqueros.
- ¿Estás lista para tomar lo que tengo para darte? Preguntó sabiendo que no necesitaba una respuesta.
Dirigió la punta de su polla hacia los labios de su sexo, cubriéndose de sus fluídos. San chilló y se estremeció cuando se empujó contra él, intentando arremeter contra su polla. Luis gimió y asintió sabiendo lo que ella quería pero, continuó atormentándola un poco más. Deslizándose en el calor mojado de su dulce coño. Le encantaba retrasar el primer momento de penetración de esa forma. Golpear su clítoris y observarla gemir y jadear. Luis contuvo el aliento cuando hizo ese primer delicioso deslizamiento. Lentamente, centímetro a centímetro, se empujó dentro de ese maravilloso calor húmedo hasta que estuvo bien adentro y su cuerpo tembló contra él. Con un fuerte agarre en sus caderas, la abrió más y procedió a llevarlos hacia el éxtasis.
Jadeando y temblando, su cuerpo se sintió como un hilo a punto de romperse. San miró a Luis y lo observó cuando le sonrió y tomó un pezón en su boca. Era caliente y húmedo y diferente a todo lo que hubiera imaginado que se sentiría. Una corriente de placer se disparó desde su pezón a su sexo, al tiempo que la penetraba con potentes embestidas. Luis gruñó también, cerrando los ojos y succionando más fuerte y profundo en su pecho mientras sus manos se deslizaban a sus nalgas desnudas y apretaban. Con fuerza, mientras la movía adelante y atrás, una y otra vez, en movimientos cortos y lentos que en un momento dado se hicieron frenéticos, rápidos y duros hasta que notó como las paredes vaginales de San se contraían alrededor de su polla y hacía que los llevase a ambos al clímax en cuestión de segundos.
- Oh, sí, te vas a sentir muy bien después de esto cariño. Le susurraba mientras hundía dos dedos en el interior de su sexo y entre sus muslos, no le sorprendió que la encontrase mojada y caliente.
La tenía atada en una barra inclinada hacia atrás con las manos aseguradas. Su cabello negro como el azabache le oscurecía el rostro, así que se agachó y se lo recogió hacia atrás para verle la cara de placer que tenía y esos preciosos ojos azules cristalinos que tanto le gustaban. Le sonrió y tiró de su cabello antes de regresar a la tarea en cuestión.
- Eres realmente preciosa San. Se desabrochó los pantalones y dejó que saliese su tremenda erección que palpitaba dentro de los vaqueros.
- ¿Estás lista para tomar lo que tengo para darte? Preguntó sabiendo que no necesitaba una respuesta.
Dirigió la punta de su polla hacia los labios de su sexo, cubriéndose de sus fluídos. San chilló y se estremeció cuando se empujó contra él, intentando arremeter contra su polla. Luis gimió y asintió sabiendo lo que ella quería pero, continuó atormentándola un poco más. Deslizándose en el calor mojado de su dulce coño. Le encantaba retrasar el primer momento de penetración de esa forma. Golpear su clítoris y observarla gemir y jadear. Luis contuvo el aliento cuando hizo ese primer delicioso deslizamiento. Lentamente, centímetro a centímetro, se empujó dentro de ese maravilloso calor húmedo hasta que estuvo bien adentro y su cuerpo tembló contra él. Con un fuerte agarre en sus caderas, la abrió más y procedió a llevarlos hacia el éxtasis.
Jadeando y temblando, su cuerpo se sintió como un hilo a punto de romperse. San miró a Luis y lo observó cuando le sonrió y tomó un pezón en su boca. Era caliente y húmedo y diferente a todo lo que hubiera imaginado que se sentiría. Una corriente de placer se disparó desde su pezón a su sexo, al tiempo que la penetraba con potentes embestidas. Luis gruñó también, cerrando los ojos y succionando más fuerte y profundo en su pecho mientras sus manos se deslizaban a sus nalgas desnudas y apretaban. Con fuerza, mientras la movía adelante y atrás, una y otra vez, en movimientos cortos y lentos que en un momento dado se hicieron frenéticos, rápidos y duros hasta que notó como las paredes vaginales de San se contraían alrededor de su polla y hacía que los llevase a ambos al clímax en cuestión de segundos.
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