Se inclinó y me besó de nuevo, profundo y suave y provocador, y continuó entrando lentamente en mí. Él mecía sus caderas hacia atrás y hacia adelante. Un poco más dentro y luego apartándose hasta casi salirse, solamente para volver a embestirme. Mientras la presión aumentaba empezaba a tener sensaciones más allá de lo que nunca hubiese sentido antes, y luego volvió a adentrarse hasta llenarme por completo. Yo sentí esta increíble plenitud, esta abrumadora sensación de estar llena por todo mi cuerpo. Empecé a gemir y moví mis caderas contra las suyas, inclinando la pelvis para obtener más presión. Lentamente, muy lentamente, empezó a salir de mí. Gemí, con miedo a perder la sensación. Luego empujó adentro otra vez. Salió, luego entró. Salió, luego entró. Ola tras ola de placer inundaban todo mi cuerpo. Empezó a ir más rápido. El suave ritmo se convirtió en golpes, más duros. No sabía lo que me encendía más, las sensaciones increíbles de estar muy profundo dentro de mí, o escuchar sus gemidos. El total y completo deseo que tenía por poseerme por completo. Él empezó a golpear más fuerte, cosa que creí imposible hasta que se movía una y otra vez más duramente, y yo empecé a lloriquear, pero estaba tan excitada que no importaba. Yo solo quería más, más, más rápido, más fuerte.
Empecé a gritar su nombre una y otra vez mientras mis uñas se clavaban en su espalda. Un hormigueo comenzó en mi vientre, se sentía diferente a otras veces. Fue creciendo y creciendo, calentando mis caderas con olas de placer que no podía contener, ondulando hacia arriba y abajo de mi columna vertebral. Cada golpe de su eje intensificaba el calor, cada toque muy dentro de mí avivaba las llamas, enviando vibraciones más fuertes a través de todo mi cuerpo. Como si fuese a quemarme en cualquier momento.
Entonces él empezó a golpear en mi interior el doble de rápido, el triple de rápido, y no pude contenerme más. Grité de verdad esta vez mientras la presa dentro de mí se rompía, y el calor estalló como una marea de ola de éxtasis por cada centímetro de mi cuerpo. Creo que mi gritó lo empujó sobre el borde, porque él levantó la cabeza y gruñó dejándose ir. A través de mi orgasmo profundo y palpitante, vi su rostro arrugarse como si hubiese sido capturado en algún lugar entre el cielo y el infierno. Espasmo tras espasmo mientras sus embestidas poco a poco se volvían lentas y sensuales y él llegó al orgasmo, deteniéndose dentro de mí. Cuando nuestras respiraciones se ralentizaron, bajó la cabeza y empezó a besar mi mejilla, mi barbilla, y mi boca. Sonrió recordándome donde lo acabábamos de hacer, me sonrió con la sonrisa de un niño travieso, lo acabábamos de hacer en la mesa de mi despacho. Y ha sido una de las mejores experiencias que hemos tenido hasta ahora.
Empecé a gritar su nombre una y otra vez mientras mis uñas se clavaban en su espalda. Un hormigueo comenzó en mi vientre, se sentía diferente a otras veces. Fue creciendo y creciendo, calentando mis caderas con olas de placer que no podía contener, ondulando hacia arriba y abajo de mi columna vertebral. Cada golpe de su eje intensificaba el calor, cada toque muy dentro de mí avivaba las llamas, enviando vibraciones más fuertes a través de todo mi cuerpo. Como si fuese a quemarme en cualquier momento.
Entonces él empezó a golpear en mi interior el doble de rápido, el triple de rápido, y no pude contenerme más. Grité de verdad esta vez mientras la presa dentro de mí se rompía, y el calor estalló como una marea de ola de éxtasis por cada centímetro de mi cuerpo. Creo que mi gritó lo empujó sobre el borde, porque él levantó la cabeza y gruñó dejándose ir. A través de mi orgasmo profundo y palpitante, vi su rostro arrugarse como si hubiese sido capturado en algún lugar entre el cielo y el infierno. Espasmo tras espasmo mientras sus embestidas poco a poco se volvían lentas y sensuales y él llegó al orgasmo, deteniéndose dentro de mí. Cuando nuestras respiraciones se ralentizaron, bajó la cabeza y empezó a besar mi mejilla, mi barbilla, y mi boca. Sonrió recordándome donde lo acabábamos de hacer, me sonrió con la sonrisa de un niño travieso, lo acabábamos de hacer en la mesa de mi despacho. Y ha sido una de las mejores experiencias que hemos tenido hasta ahora.