Ir al contenido principal

The date 1.

Maat  suponía que era una cita. La atracción entre ellos parecía ser mutua ahora. Ella se había sentido atraída por Ophis desde el primer momento en que lo vio, no sabría explicar el por qué, ni el cómo, ni el  cuándo pero así era.  Ophis era bastante alto, ancho de hombros y un poco musculoso, pero no demasiado. Ese hombre era perfecto. No era sólo su cuerpo o su sexy acento galés y esa voz tan profunda que le derretía los huesos, era la personalidad lo que ella encontraba atractiva. Ophis era inteligente y profundo. Alguien con quien podías tener largas conversaciones. 


Maat se miró en el espejo por cuarta vez, y luego se puso un poco más de pintalabios. Decidió ponerse un vestido rojo pasión de manga semi con escote circular que junto con los zapatos de tacón a juego que había comprado esa misma mañana el conjunto era sexy, aunque bastante elegante también. Quería impresionar a Ophis, no que pensara que se lo quería tirar en la primera cita. Ella no era de ese tipo de mujeres, por mucho tiempo que lleve gustándole. Estaba tan nerviosa que sus manos temblaban cuando se aplicó un poco de gloss sobre el pintalabios. Había pasado mucho tiempo desde que había ido a una cita con alguien que realmente le gustara, al menos con un hombre como Ophis. La mayoría de las veces quedaba con hombres con los que ella sabía que no podía ir en serio, que sólo eran para divertirse. Las promesas no eran el objetivo de su vida. Nunca lo habían sido y probablemente nunca lo serían. Pero Ophis era muy distinto al resto de hombres que había conocido, siempre había creído que eran como “almas gemelas” pero nunca habían quedado como esa noche. Estaba terminando de arreglarse cuando llamaron al timbre de su casa. Era él, iba vestido con un pantalón vaquero oscuro y una camisa, nunca le había gustado llevar trajes y en la mano llevaba un abrigo negro. Su largo pelo rubio estaba atado en una coleta al final de su cuello, revelando la aristocrática estructura de su cara y sus intensos ojos castaños.


-Estás muy guapo esta noche. -Dijo con una sonrisa.


-No más que tu, Maat. -Le respondió él de vuelta.


-Gracias… -Ella lo miró durante un momento, y luego se dirigió al armario de su dormitorio a por su abrigo.


-Bueno, supongo que deberíamos irnos ya ¿no? -Hablaba Maat en voz alta para que Ophis la oyese desde el salón.



Se dio la vuelta y lo encontró a unos pasos de ella, mirándola con una expresión intensa. Por un momento, pensó que iba a besarla. En vez de eso, él fue hasta la puerta y la mantuvo abierta para que ella pasara. Maat se sintió un poco decepcionada porque él no la había besado, pero no dejó que se notara. Cogió su bolso de la encimera de la cocina y caminó afuera con Ophis detrás de ella. Él la siguió y le ayudó a ponerse el abrigo. Su masculinidad la rodeó y casi la dejó sin respiración. Las manos de él descansaron sobre sus hombros durante un momento antes de que se apartara.


Estaban sentados en una mesa privada en el fondo, que estaba decorada con velas y flores. Una botella de vino tinto ya estaba dispuesta en un recipiente de metal a un lado de la mesa. Era bonito e íntimo. Obviamente, Ophis había dispuesto que todo esto estuviera preparado antes que llegaran. Maat estaba muy halagada porque él se había tomado la molestia.  Se sentaron. El camarero sirvió el vino para él pues ella había pedido cerveza de la cara y los dejó para que decidieran qué quería cenar. 



-Bueno y ¿Qué tal estás? Hace tiempo que no nos veíamos. -Dijo Ophis mientras esperaban al camarero. 


Maat sabía que no lo había dicho en general, sino por su nuevo ascenso y el por qué de no hablar tan a menudo como solían hacer antes. Apretó los labios y respondió.



-Dejando de lado el hecho de que me han ascendido y tengo mucho más trabajo, quitando las reformas que he tenido que hacer en casa y el dineral que me he gastado en ello, bastante bien. A ti no voy a preguntarte, sé que estás bastante bien con tu nueva amiga ¿verdad? -Dijo lanzando un dardo venenoso.


-¿Estás celosa? No estoy con nadie en concreto, estoy bien tanto a nivel laboral como personal, pero eso no quita que te haya echado de menos Maat. -Dijo tocándole la mano por encima de la mesa.


-Es sólo qué… - Ella tembló.


-No tienes por qué decir nada, simplemente quiero que las cosas vuelvan a la normalidad, a cuando hablábamos horas y horas, cuando nos reíamos por todo. Quiero volver a eso Maat, pero quiero hacerlo contigo.


-Las cosas volverán a ser normales otra vez, pero será una forma diferente de la normalidad anterior. -Le contestó Maat mirándolo a los ojos directamente.


-Bueno será mejor que terminemos de cenar. Esta noche espero que sea especial para ambos Maat. -Respondió Ophis un tanto serio.


-¿Quieres que nos vayamos? -Le preguntó con una voz grave que sonaba como terciopelo líquido resbalando por su piel. 


Maat asintió con dificultad. 


Como en una película, entraron por la puerta de la casa besándose. Ella no tenía bastante, ni él tampoco, de la sensación de sus manos en ella. Torpemente y riendo, se desnudaron el uno al otro como si fueran unos adolescentes. No había forma de que llegaran a la cama. Maat intentó mirar donde estaba y como era su casa pero sólo vislumbró parcialmente el cuarto de estar de Ophis hasta que llegaron al sofá. Fijarse en la decoración en la semioscuridad no era su prioridad en ese momento pero parecía decorada con buen gusto pues siempre lo había tenido. De eso ella sí que se dio cuenta.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Doctor 2

A la noche siguiente estaba un poco nerviosa mientras me dirigía hacia su casa, no lo conocía de nada pero en el hospital todo el mundo hablaba muy bien de él, lo único que tenía en su contra era que una de sus pasiones era la caza. Tuvimos una velada exquisita, la cena la había preparado él pues adoraba cocinar y se le daba bastante bien. Pasados unos cuantos vinos me invitó a ver toda su casa, al llegar al dormitorio me impresionó un poco, era bastante amplio, en el centro de la habitación había una cama gigantesca, estaba cubierta por unas sábanas en satén color miel y una colcha a los pies negra. La iluminación era suave apenas una tenue luz obra de algunas velas colocadas adrede (vaya, sabría acaso que iba a suceder algo aquí ésta noche), las cortinas y el mobiliario eran rústicos y creaban una armonía perfecta en su conjunto.  -¿Acaso pensabas que íbamos a tener sexo esta noche? -le pregunté levantado una ceja.  -No, mira Cata, el sexo lo puedo conseguir en cualquier parte

Honeymoon 2.

Park alzó una mano y me deslizó dos dedos por el labio inferior. Estar allí de pie mientras aquel hombre me tocaba era la mejor idea del mundo. Evocaba sensaciones que nunca había experimentado, sensaciones que antes de conocerlo nunca lo había vivido con ningún otro hombre. Era la clase de hombre en el que una chica podía apoyarse y ahora estaban casados. Y además, me gustaban sus caricias y sus atenciones últimamente había cambiado y estaba más romántico, quizá sea por la boda o porque realmente quiere tratarme como una princesa como me dice muchas veces. Como si me hubiera adivinado el pensamiento, me deslizó la mano por el cuerpo con una intencionalidad que me hizo saber que ya no estaba en mi mundo. Sabía que Park deseaba ponerse encima mía y penetrarme, pero supongo que simplemente esperaba que fuese yo quién lo iniciase pues me estaba sonriendo a la vez que me miraba cual pintor mira un lienzo en blanco por primera vez. Le acaricié el pecho, el abdomen, la cadera, las nalgas

Pleasure.

Esta vez lo agarro yo y abrazados el uno al otro, trastabillando, casi riendo, besándonos ferozmente. Sus labios de nuevo en los míos y esta vez, sus grandes manos se deslizan deseosas por mi espalda. Me agarra el trasero, con fuerza, ardiente, lo aprieta mientras su otra mano sostiene mi cuello apretando un poco pero no demasiado y nos besamos, sedientos, una y otra vez. Sus manos se deslizan por mi cintura muy lentamente, me libera de sus manos en mi cintura, pero entrelazando mis dedos entre los suyos. Se ha quitado la camisa y oh dios mío los músculos de su pecho y el sólido y duro torso, el estómago firme. Su pecho es más ancho de lo que adivinaba bajo aquella camisa. Es mucho más alto y fuerte que yo y mientras tira al suelo la camisa obviando los botones que saltan desde la camisa hacia todas partes se acerca a mí lentamente, como un lobo hacia su presa. Entonces me agarra de las manos y me sonríe. Nos besamos otra vez. Me pongo de puntillas para besar sus suaves labios, los mue