Mis labios se posaron sobre los de Ragna mientras la agarraba con una mano por la cabeza y con la otra la cintura. En cuanto los labios Ragna se abrieron a mi invasión, probé la dulzura que llevaba anhelando varias horas. Nuestras lenguas se encontraron, la de Ragna era tan suave y tenía un sabor tan fabuloso que el beso se intensificó aún más. Pegué mi boca a la de ella y comencé a succionarla con más pasión y para mi deleite ella respondió con la misma pasión sino más.
Para Ragna fue toda una sorpresa reaccionar así ante un hombre, nunca le había sucedido antes, pero este hombre era diferente, era Loke, y a Loke nada ni nadie se le escapaba si algo se le metía en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. Han pasado de estar empujándolo para que se marchara de la sala de billar a estar besándolo con fogosidad y el beso le parecía lo más delicioso que había probado nunca. Su cuerpo se preparó rápidamente, el fuego líquido pareció fluir de todas partes, desde las puntas de los dedos de los pies hasta el último cabello para después concentrarse en su vagina, preparándola para lo que tanto anhelaba. Las manos de Ragna que antes trataron de empujar a Loke, ahora acariciaban esos pectorales fuertes y marcados mientras que su boca recibía la lengua masculina. Su cuerpo se pegaba al de él como si fuera cera caliente a punto de derretirse, su garganta comenzó a producir gemidos de placer.
Cuando sentí las manos de Ragna acariciando mi pecho y después, cuando en su boca retumbaron los deliciosos gemidos de placer, no pude evitar darle rienda suelta a lo que mi cuerpo me estaba pidiendo a voces, más que a voces me lo estaba pidiendo la tremenda erección que estaba surgiendo. Sin dejar el contacto con la boca de Ragna, dirigí mi mano hacia su bonito y redondeado trasero para pegarla más y hacerle sentir mi erección.
El gemido de Ragna se intensificó al sentirse más cerca de ese calor masculino. De súbito sus manos se deslizaron por el cuello del hombre y sus dedos se enredaron en el sedoso cabello rubio para acariciarlo.
De repente, sentí crecer a mi verga, si es que aquello era posible. Esa mujer estaba respondiendo a su pasión de la misma manera. Despegué mi boca de la de ella para posarse sobre su cuello morderlo y oler el magnífico aroma que despedía esa piel blanca y suave. La mano que estaba agarrando su trasero, la posé en uno de los abultados pechos y comencé a acariciarlo por encima de la ropa.
Ragna se sentía maravillada. Nunca antes se había excitado tan rápido ni con tanta intensidad. Su entrepierna estaba ahora completamente mojada. Que hombre, como besaba y tenía un toque a alcohol y menta algo sexy. Esas caricias expertas eran las más placenteras que había experimentado nunca, era como si él supiera exactamente donde tocar, donde acariciar y donde lamer. Y pensar que había muchos ratos que no podía soportarlo, muchas veces se le había cruzado la idea de asesinarlo.
La boca de Loke volvió a tomar la de Ragna y comenzó a succionar los labios con los suyos, pasando de tanto en tanto la lengua sobre ellos. Luego, con dulces caricias, hizo que ella abriera la boca para él.
Ragna no se resistió. No pudo. ¿Cómo resistirse a las ganas de perderse en ese beso, en esos brazos musculosos y en ese magnífico cuerpo que tanto la había estado atormentando? La culpa la tenía ella, de la ropa provocativa que se puso adrede aquella noche, al estar retándolo siempre, sobre todo unas horas antes cuando lo había dejado en evidencia al jugar al billar, ella le había ganado tres veces seguidas. No pudo evitar responder de la misma manera mientras gemía de placer.
Al sentir la respuesta de Ragna, me dije que no podía esperar ni un solo minuto más, esa mujer tenía que ser mía en ese mismo instante. De un solo movimiento la levanté y la senté sobre la mesa de billar en el centro de la habitación, cuidando de que su cuerpo quedara entre las piernas de Ragna. La recliné un poco hacia atrás y me apoyé sobre ella, haciendo que mi pene erecto tuviera contacto directo con el centro de ella.
Ragna sintió la presión de ese cuerpo y se sintió embriagada, era lo que estaba buscando desde hacía semanas, no iba a echarse para atrás ahora. Le gustaba la idea de estar debajo de él, sintiendo la erección sobre su vientre. ¿Cómo sería? ¿Larga o gruesa? ¿Quizás las dos? Deseó poder verla y tocarla.
Mis inquietas manos empezaron a acariciar la cintura de Ragna para después subir a los pechos y sopesarlos en sus palmas. Eran grandes y a través de la fina camisa y pude sentir inmediatamente los pezones erectos. La ropa era algo que comenzaba a sobrar, le molestaba realmente. Le desabroché la camisa y saqué los pechos del sujetador para poder tener mejor acceso a ellos.
Ragna sintió las manos enormes y a la vez suaves acariciando la piel de sus senos, palpando con delicadeza y algo de rudeza los mismos. Luego sintió que sus dedos tomaron los pezones y los apretaron un poco.
Los pechos de Ragna eran tan blancos, tan redondos y tan bien formados que quise abalanzarme sobre ellos para lamerlos, pero me contuvo, hasta que Ragna gimió cuando pellizqué uno de los pezones. Entonces el control me abandonó y bajé mi rostro hasta el pecho izquierdo de Ragna para lamer uno de los pezones mientras seguía acariciando el otro con los dedos.
Ragna no podía dejar de gemir, era como si no tuviera control sobre su propio cuerpo, ni sobre su garganta que no dejaba de emitir sonidos. Tampoco tenía control sobre el placer que experimentaban sus pechos que ahora estaban siendo lamidos por esa boca experta.
Necesitaba a aquella mujer ahora, necesitaba estar dentro de ella y la necesitaba ya.
Para Ragna fue toda una sorpresa reaccionar así ante un hombre, nunca le había sucedido antes, pero este hombre era diferente, era Loke, y a Loke nada ni nadie se le escapaba si algo se le metía en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. Han pasado de estar empujándolo para que se marchara de la sala de billar a estar besándolo con fogosidad y el beso le parecía lo más delicioso que había probado nunca. Su cuerpo se preparó rápidamente, el fuego líquido pareció fluir de todas partes, desde las puntas de los dedos de los pies hasta el último cabello para después concentrarse en su vagina, preparándola para lo que tanto anhelaba. Las manos de Ragna que antes trataron de empujar a Loke, ahora acariciaban esos pectorales fuertes y marcados mientras que su boca recibía la lengua masculina. Su cuerpo se pegaba al de él como si fuera cera caliente a punto de derretirse, su garganta comenzó a producir gemidos de placer.
Cuando sentí las manos de Ragna acariciando mi pecho y después, cuando en su boca retumbaron los deliciosos gemidos de placer, no pude evitar darle rienda suelta a lo que mi cuerpo me estaba pidiendo a voces, más que a voces me lo estaba pidiendo la tremenda erección que estaba surgiendo. Sin dejar el contacto con la boca de Ragna, dirigí mi mano hacia su bonito y redondeado trasero para pegarla más y hacerle sentir mi erección.
El gemido de Ragna se intensificó al sentirse más cerca de ese calor masculino. De súbito sus manos se deslizaron por el cuello del hombre y sus dedos se enredaron en el sedoso cabello rubio para acariciarlo.
De repente, sentí crecer a mi verga, si es que aquello era posible. Esa mujer estaba respondiendo a su pasión de la misma manera. Despegué mi boca de la de ella para posarse sobre su cuello morderlo y oler el magnífico aroma que despedía esa piel blanca y suave. La mano que estaba agarrando su trasero, la posé en uno de los abultados pechos y comencé a acariciarlo por encima de la ropa.
Ragna se sentía maravillada. Nunca antes se había excitado tan rápido ni con tanta intensidad. Su entrepierna estaba ahora completamente mojada. Que hombre, como besaba y tenía un toque a alcohol y menta algo sexy. Esas caricias expertas eran las más placenteras que había experimentado nunca, era como si él supiera exactamente donde tocar, donde acariciar y donde lamer. Y pensar que había muchos ratos que no podía soportarlo, muchas veces se le había cruzado la idea de asesinarlo.
La boca de Loke volvió a tomar la de Ragna y comenzó a succionar los labios con los suyos, pasando de tanto en tanto la lengua sobre ellos. Luego, con dulces caricias, hizo que ella abriera la boca para él.
Ragna no se resistió. No pudo. ¿Cómo resistirse a las ganas de perderse en ese beso, en esos brazos musculosos y en ese magnífico cuerpo que tanto la había estado atormentando? La culpa la tenía ella, de la ropa provocativa que se puso adrede aquella noche, al estar retándolo siempre, sobre todo unas horas antes cuando lo había dejado en evidencia al jugar al billar, ella le había ganado tres veces seguidas. No pudo evitar responder de la misma manera mientras gemía de placer.
Al sentir la respuesta de Ragna, me dije que no podía esperar ni un solo minuto más, esa mujer tenía que ser mía en ese mismo instante. De un solo movimiento la levanté y la senté sobre la mesa de billar en el centro de la habitación, cuidando de que su cuerpo quedara entre las piernas de Ragna. La recliné un poco hacia atrás y me apoyé sobre ella, haciendo que mi pene erecto tuviera contacto directo con el centro de ella.
Ragna sintió la presión de ese cuerpo y se sintió embriagada, era lo que estaba buscando desde hacía semanas, no iba a echarse para atrás ahora. Le gustaba la idea de estar debajo de él, sintiendo la erección sobre su vientre. ¿Cómo sería? ¿Larga o gruesa? ¿Quizás las dos? Deseó poder verla y tocarla.
Mis inquietas manos empezaron a acariciar la cintura de Ragna para después subir a los pechos y sopesarlos en sus palmas. Eran grandes y a través de la fina camisa y pude sentir inmediatamente los pezones erectos. La ropa era algo que comenzaba a sobrar, le molestaba realmente. Le desabroché la camisa y saqué los pechos del sujetador para poder tener mejor acceso a ellos.
Ragna sintió las manos enormes y a la vez suaves acariciando la piel de sus senos, palpando con delicadeza y algo de rudeza los mismos. Luego sintió que sus dedos tomaron los pezones y los apretaron un poco.
Los pechos de Ragna eran tan blancos, tan redondos y tan bien formados que quise abalanzarme sobre ellos para lamerlos, pero me contuvo, hasta que Ragna gimió cuando pellizqué uno de los pezones. Entonces el control me abandonó y bajé mi rostro hasta el pecho izquierdo de Ragna para lamer uno de los pezones mientras seguía acariciando el otro con los dedos.
Ragna no podía dejar de gemir, era como si no tuviera control sobre su propio cuerpo, ni sobre su garganta que no dejaba de emitir sonidos. Tampoco tenía control sobre el placer que experimentaban sus pechos que ahora estaban siendo lamidos por esa boca experta.
Necesitaba a aquella mujer ahora, necesitaba estar dentro de ella y la necesitaba ya.
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