Sin separar los ojos de ella, puse una gran mano alrededor de su pecho, los dedos calientes sobre su piel y cogí un pezón con los dientes girándolo suavemente y luego pellizcándolo, consiguiendo que un rayo de excitación atravesara su cuerpo y, al parecer, despertando los nervios de su sexo. Una palpitación en su vagina se unió a la excitación en sus pezones. Se tragó un gemido cuando alterné las caricias en sus pechos una y otra vez, presionando sus pezones cada vez más fuerte hasta el punto del dolor, y a la vez, incrementando el calor que crecía dentro de ella. Luego succioné el pezón, dando un suave tirón, y después otro más fuerte.
Esta vez fui yo la que introdujo la lengua en su boca, recorrí sus dientes, su paladar, saboreando su dulce boca a la vez que aumentaba el ritmo de mis caderas. El interior de mis muslos estaba caliente. Un poco avergonzada intenté cerrar los muslos, pero Batair, antes de que me quitara el pijama, separó con delicadeza mis piernas de nuevo y rozando con sus labios mis mejillas se bajó los pantalones del pijama. Los ceñidos boxers no dejaban nada a la imaginación y la punta del glande había superado su dominio asomando su tímida cabecita por el extremo superior. A las manos le seguían los labios y la lengua de Batair a lo largo de la cara interior de mis muslos. Yo, cada vez más excitada, movía mis caderas intentando atraerle a mi sexo caliente y deseoso de sus caricias. Cerré los ojos intentando anticipar la sensación de su aliento atravesando el encaje de mis bragas pero lo que sentí fue un bestial sobresalto cuando envolvió violentamente mi sexo con su boca al arrancarme las bragas. Me doblé de placer en torno a su cabeza soltando un ronco suspiro. Con mis manos empujé su cabeza intentando percibir aún más intensamente su lengua acariciándome. Con precisión y delicadeza de un hombre experimentado, exploró mi sexo con los dedos y la lengua separando entre mis gemidos de placer los labios para acceder a mi clítoris, chuparlo, mordisquearlo, lamerlo… Cuando me di cuenta sólo tocaba la cama con la cabeza y con una de mis manos, con la otra apretaba la cabeza de Batair contra muy cuerpo arqueado por el placer mientras el penetraba mi vagina con la lengua. En ese momento llegó el orgasmo. Como una descarga que salió de lo más profundo de mi vientre, recorrió mi columna y acabó produciendo una descarga de placer en todo mi cuerpo, a la vez que las paredes de mi vagina se contraían envolviéndome en nuevas oleadas de placer.
Realmente quería darle algo a cambio por lo que acababa de hacer, así que sin pensármelo dos veces y ante su cara de total asombro me levanté e hice que se sentase en el borde de la cama. Me arrodillé ante él bajándole los boxers, y le cogí su pene con delicadeza, tanteando, recorriendo su longitud, calibrando su grosor, observándolo con detenimiento, comprobando su dureza y su movilidad. Estaba caliente y duro. Me acerqué un poco más. Con mis labios rocé ligeramente la punta del glande produciendo un gemido de placer, pero no me pare ahí, sino que deposité mis besos en su vientre duro y plano mientras mis pechos se bamboleaban golpeando con suavidad el pene. Le mordí los pezones sin piedad y le arañé el torso, lo que le provocó pequeños gemidos roncos. Con mis dos manos al fin libres cogí el pene por su base y lo introduje entre mis pechos. La suavidad de mis pechos acariciando su pene nos puso frenéticos a ambos y sin pensármelo dos veces introduje su pene en mi boca… Estaba duro y caliente, no tenía un sabor especialmente agradable pero tenía un tacto exquisito. Batair puso todo su cuerpo en tensión y me acarició el pelo con ternura a la vez que me susurraba palabras en gaélico. Empecé a chuparle el pene primero con torpeza y curiosidad pero al ser una chica lista, pronto averigüe lo que le gustaba gracias a sus gemidos. Recorría el glande con la lengua mientras acariciaba sus testículos con delicadeza, metía su sexo tan profundo como podía, casi hasta atragantarme y dejaba que el empujara todo lo posible para luego estrujar con mis manos la base del pene mientras chupaba con todas mis fuerzas su glande. Noté un pequeño tirón antes de que se saliese de mi boca y explotase en un éxtasis demasiado intenso.
Esta vez fui yo la que introdujo la lengua en su boca, recorrí sus dientes, su paladar, saboreando su dulce boca a la vez que aumentaba el ritmo de mis caderas. El interior de mis muslos estaba caliente. Un poco avergonzada intenté cerrar los muslos, pero Batair, antes de que me quitara el pijama, separó con delicadeza mis piernas de nuevo y rozando con sus labios mis mejillas se bajó los pantalones del pijama. Los ceñidos boxers no dejaban nada a la imaginación y la punta del glande había superado su dominio asomando su tímida cabecita por el extremo superior. A las manos le seguían los labios y la lengua de Batair a lo largo de la cara interior de mis muslos. Yo, cada vez más excitada, movía mis caderas intentando atraerle a mi sexo caliente y deseoso de sus caricias. Cerré los ojos intentando anticipar la sensación de su aliento atravesando el encaje de mis bragas pero lo que sentí fue un bestial sobresalto cuando envolvió violentamente mi sexo con su boca al arrancarme las bragas. Me doblé de placer en torno a su cabeza soltando un ronco suspiro. Con mis manos empujé su cabeza intentando percibir aún más intensamente su lengua acariciándome. Con precisión y delicadeza de un hombre experimentado, exploró mi sexo con los dedos y la lengua separando entre mis gemidos de placer los labios para acceder a mi clítoris, chuparlo, mordisquearlo, lamerlo… Cuando me di cuenta sólo tocaba la cama con la cabeza y con una de mis manos, con la otra apretaba la cabeza de Batair contra muy cuerpo arqueado por el placer mientras el penetraba mi vagina con la lengua. En ese momento llegó el orgasmo. Como una descarga que salió de lo más profundo de mi vientre, recorrió mi columna y acabó produciendo una descarga de placer en todo mi cuerpo, a la vez que las paredes de mi vagina se contraían envolviéndome en nuevas oleadas de placer.
Realmente quería darle algo a cambio por lo que acababa de hacer, así que sin pensármelo dos veces y ante su cara de total asombro me levanté e hice que se sentase en el borde de la cama. Me arrodillé ante él bajándole los boxers, y le cogí su pene con delicadeza, tanteando, recorriendo su longitud, calibrando su grosor, observándolo con detenimiento, comprobando su dureza y su movilidad. Estaba caliente y duro. Me acerqué un poco más. Con mis labios rocé ligeramente la punta del glande produciendo un gemido de placer, pero no me pare ahí, sino que deposité mis besos en su vientre duro y plano mientras mis pechos se bamboleaban golpeando con suavidad el pene. Le mordí los pezones sin piedad y le arañé el torso, lo que le provocó pequeños gemidos roncos. Con mis dos manos al fin libres cogí el pene por su base y lo introduje entre mis pechos. La suavidad de mis pechos acariciando su pene nos puso frenéticos a ambos y sin pensármelo dos veces introduje su pene en mi boca… Estaba duro y caliente, no tenía un sabor especialmente agradable pero tenía un tacto exquisito. Batair puso todo su cuerpo en tensión y me acarició el pelo con ternura a la vez que me susurraba palabras en gaélico. Empecé a chuparle el pene primero con torpeza y curiosidad pero al ser una chica lista, pronto averigüe lo que le gustaba gracias a sus gemidos. Recorría el glande con la lengua mientras acariciaba sus testículos con delicadeza, metía su sexo tan profundo como podía, casi hasta atragantarme y dejaba que el empujara todo lo posible para luego estrujar con mis manos la base del pene mientras chupaba con todas mis fuerzas su glande. Noté un pequeño tirón antes de que se saliese de mi boca y explotase en un éxtasis demasiado intenso.
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