Batair se
inclinó sobre mí y resbaló la mano por mi costado, sin llegar a tocarme del
todo, me empujó hasta tenerme enjaulada contra la puerta de mi habitación.
Dirigí mi mirada hacia su rostro, puso
los brazos para ceñir mi talle y a la vez que me apretaba contra él, introducía
su lengua en mi boca y la recorría inundándola con un sabor fresco, dulce y
varonil. El beso fue tan largo e intenso que nos separamos sorprendidos entre
jadeos. Y lo que hasta ese momento era un desliz se convirtió en un desastre.
Un calor, el calor como el infierno subió desde mi bajo vientre y se expandió
por mi cuerpo como una corriente eléctrica que erizó mi piel, mis pezones se
pusieron duros al instante. Cuando me di cuenta, estaba balanceando lentamente
mi cuerpo sobre el suyo. Oleadas de placer me envolvían cada vez que me volvía
a tocar. Noté como caía suavemente sobre la cama y Batair se unía de nuevo a mí.
De repente, su mano se apretó contra mi sexo. Ello hizo que me sobresaltase y
elevase mis furiosos ojos para enfrentar la mirada masculina llena de
diversión. La mano parecía enorme entre mis muslos, y caliente, mucho.
- Si sigues cambiando nuestro plan
no voy a ser capaz de mantener el
ritmo “mo ghrá”.
- Yo…
- No tienes permiso para hablar, preciosa. Todavía no estás lista para que juguemos.
Sus dedos me acariciaron el pelo y se inclinó hacia delante al tiempo que me empujaba hacia atrás con suavidad para que apoyara la espalda contra la almohada. Solté un jadeo que me hizo abrir los labios, pero él aprovechó para meterme la lengua hasta la garganta, me mordió el labio inferior y luego lo succionó ligeramente antes de besarme de nuevo, esta vez con más pasión. Su lengua se limitaba a acariciarme los labios, nada más. Después se movió hacia mi cuello con pequeños mordiscos.
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