Pet presionó una vez más contra ella, dejando entrar la punta de su pene sólo un segundo.
Alma lo sintió dentro y jadeó de nuevo. Sabía cómo darle placer.
Una vez fuera, la dejó sentada sobre él.
-¿Por dónde íbamos? -Preguntó con una sensual y traviesa sonrisa.
-Ah, ya me acuerdo –se contestó a sí mismo, colocándose en la entrada de su vagina y penetrándola de nuevo sólo con la punta.
-Justo por aquí ¿no?
Alma le sostuvo la mirada, rezando para que no viese en ella todo lo que le estaba haciendo sentir. Eso la hacía vulnerable, pero un sexo tan bueno como el que le estaba dando aquel hombre no lo había tenido en su vida, y eso que en realidad no habían empezado. Pensaba que ya lo había vivido todo, pero la vida le regalaba una experiencia más. Pet la besó, mientras profundizaba la penetración muy lentamente, haciendo que temblara entre sus brazos.
-Si no quieres que siga, dilo ahora. -Susurró, intentando que no se notara la ansiedad que sentía por terminar lo que había empezado.
-Sigue, no pares. -Casi le rogó
Dicho y hecho. Pet entró del todo en ella y comenzó a embestirla, primero despacio, entrando hasta el fondo y saliendo casi en su totalidad, para que lo sintiera en todo su esplendor, varias veces hasta que ya no pudo más y lamió sus pechos para después penetrarla más duro, más rápido, hasta que notó cómo Alma se perdía en el orgasmo y, por primera vez, él no necesitaba pensar en otra mujer para llegar al clímax. La atracción que sentían era mutua y los pilló a ambos por sorpresa. Pet había tenido relaciones con muchas mujeres muy diferentes en los últimos tiempos y sabía que algo especial había en ella, porque nunca había experimentado nada parecido... Estaba desconcertado.
La compenetración era perfecta, él sabía lo que ella necesitaba y se adelantaba... Si aquella creencia popular de que cada uno tiene su media naranja era cierta, con toda probabilidad ellos eran la del otro, o al menos la pareja sexual perfecta. Jamás lo hubiesen imaginado.
Alma lo sintió dentro y jadeó de nuevo. Sabía cómo darle placer.
Una vez fuera, la dejó sentada sobre él.
-¿Por dónde íbamos? -Preguntó con una sensual y traviesa sonrisa.
-Ah, ya me acuerdo –se contestó a sí mismo, colocándose en la entrada de su vagina y penetrándola de nuevo sólo con la punta.
-Justo por aquí ¿no?
Alma le sostuvo la mirada, rezando para que no viese en ella todo lo que le estaba haciendo sentir. Eso la hacía vulnerable, pero un sexo tan bueno como el que le estaba dando aquel hombre no lo había tenido en su vida, y eso que en realidad no habían empezado. Pensaba que ya lo había vivido todo, pero la vida le regalaba una experiencia más. Pet la besó, mientras profundizaba la penetración muy lentamente, haciendo que temblara entre sus brazos.
-Si no quieres que siga, dilo ahora. -Susurró, intentando que no se notara la ansiedad que sentía por terminar lo que había empezado.
-Sigue, no pares. -Casi le rogó
Dicho y hecho. Pet entró del todo en ella y comenzó a embestirla, primero despacio, entrando hasta el fondo y saliendo casi en su totalidad, para que lo sintiera en todo su esplendor, varias veces hasta que ya no pudo más y lamió sus pechos para después penetrarla más duro, más rápido, hasta que notó cómo Alma se perdía en el orgasmo y, por primera vez, él no necesitaba pensar en otra mujer para llegar al clímax. La atracción que sentían era mutua y los pilló a ambos por sorpresa. Pet había tenido relaciones con muchas mujeres muy diferentes en los últimos tiempos y sabía que algo especial había en ella, porque nunca había experimentado nada parecido... Estaba desconcertado.
La compenetración era perfecta, él sabía lo que ella necesitaba y se adelantaba... Si aquella creencia popular de que cada uno tiene su media naranja era cierta, con toda probabilidad ellos eran la del otro, o al menos la pareja sexual perfecta. Jamás lo hubiesen imaginado.