La verdad, era bastante incómodo hacer planes con una persona a la que no conoces de nada y ni siquiera sabes cómo es realmente pero por una vez, sería lo que yo quería.
-¿Te apetece una copa? Intentó parecer tan segura como cuando estaban cenando en el restaurante, pero estaba muy nerviosa
-Sí, por supuesto. Contestó en tono suave.
Alma empezaba a sentir vértigo y notó una oleada de calor de los pies a la cabeza. Él estaba muy cerca, con sus labios prácticamente pegados a su oreja, y una especie de corriente eléctrica de una intensidad hasta entonces desconocida para ella la invadió. Aquel hombre hablaba de sexo sin mencionarlo, de tal forma que no se podía pensar en ello como si fuese pecado, ni aunque hubiese estado en un convento Por fin asintió. Estaba cardíaca.
-Sólo tienes que decírmelo o por el contrario, si quieres, podemos tomar algo tranquilamente en esta terraza, e irme a mi casa. Prosiguió él, sin apartar la vista de aquellos ojos castaños que le devolvían la mirada más asustados que deseosos de lujuria y desenfreno.
Se acercó de nuevo a ella para ponerla en tensión. Le encantaba ver cómo reaccionaba. Y comenzó a quitarle toda la ropa.
Alma se decidió a colaborar. Pet le gustaba mucho y ¿por qué no disfrutar de él? Quizá nunca más volviera a tenerlo en su cama. Lo besó con más fuerza y comenzó a recorrerle el torso con las manos al tiempo que le desprendía de su ropa.
Pet sintió un escalofrío nada habitual al sensual contacto de la mujer, pero intentó ignorarlo y, sobre todo, disimularlo. Le hacía sentir cosas para las que no estaba preparado. Tiró de la camiseta de ella para poder acariciarle la piel y no la prenda.
Alma tembló al contacto e interrumpió el beso para mirarlo. Se estaba perdiendo en él y estaba segura de que, si seguía, aquello le cambiaría la vida.
Pet le quitó lentamente la camiseta sin apartar la mirada de ella. Tenía un cuerpo bien definido, pero no excesivamente delgado, proporcionado en su justa medida. Era preciosa. Le puso una mano al final de la espalda y la acercó a él para retomar sus labios. Estaba tan a gusto con aquella mujer que estaba empezando a olvidarse todo.
Sin dejar el beso, fue empujándola lentamente hasta una mesa escritorio que había junto al sofá, la subió encima con las piernas abiertas y acercó su miembro para rozarse con su sexo.
Alma sólo pudo jadear. El beso, sentir su piel contra la de ella y la presión en su sexo con su pene ya hinchado, casi le hizo estallar. Demasiado tiempo sola.
-Tranquila Alma. -Susurró Pet, mirándola un momento.
-Mírame y dime qué quieres. Qué necesitas de mí.
Le costó mirarlo. ¿Cómo le iba a decir que quería que la penetrara allí mismo, sin más miramientos?
-A ti. Ahora -Contestó, decidida a no perder la oportunidad, con la voz entrecortada.
-¿Me quieres dentro de ti? -Insistió, porque ahora había deseo en
ella y quería verlo en sus ojos un poco más.
-Sí. jadeó ante la presión de Pet de nuevo contra su sexo.
Aquel hombre era perfecto y él lo sabía, jugaba con ello. La garró por las caderas acercándola hacia su miembro sólo para que lo sintiera en su piel.
La besó de nuevo y con los pechos al descubierto, le acarició uno con la mano y suavemente fue deslizando su boca hasta llegar al otro. Alma ahogó un grito al sentirlo por todas partes y se sujetó bien a la mesa, porque no quería caerse. En cuanto ella se sintió libre, abrió más las piernas, momento que Pet aprovechó para acercar el pene a su vagina sin penetrarla aún y rozarle el clítoris. Alma se agarró fuerte a su cuello. Todas sus terminaciones nerviosas parecían haberse activado de golpe con ese contacto y la mesa ya no le bastaba para sostenerse. Pet comprobó que estaba más que lista para que la penetrase aún así quería cerciorarse de ello.
-¿Estás preparada?
-Sí- Jadeó, aunque deseaba no haberlo dicho de ese modo.
-¿Te apetece una copa? Intentó parecer tan segura como cuando estaban cenando en el restaurante, pero estaba muy nerviosa
-Sí, por supuesto. Contestó en tono suave.
Alma empezaba a sentir vértigo y notó una oleada de calor de los pies a la cabeza. Él estaba muy cerca, con sus labios prácticamente pegados a su oreja, y una especie de corriente eléctrica de una intensidad hasta entonces desconocida para ella la invadió. Aquel hombre hablaba de sexo sin mencionarlo, de tal forma que no se podía pensar en ello como si fuese pecado, ni aunque hubiese estado en un convento Por fin asintió. Estaba cardíaca.
-Sólo tienes que decírmelo o por el contrario, si quieres, podemos tomar algo tranquilamente en esta terraza, e irme a mi casa. Prosiguió él, sin apartar la vista de aquellos ojos castaños que le devolvían la mirada más asustados que deseosos de lujuria y desenfreno.
Se acercó de nuevo a ella para ponerla en tensión. Le encantaba ver cómo reaccionaba. Y comenzó a quitarle toda la ropa.
Alma se decidió a colaborar. Pet le gustaba mucho y ¿por qué no disfrutar de él? Quizá nunca más volviera a tenerlo en su cama. Lo besó con más fuerza y comenzó a recorrerle el torso con las manos al tiempo que le desprendía de su ropa.
Pet sintió un escalofrío nada habitual al sensual contacto de la mujer, pero intentó ignorarlo y, sobre todo, disimularlo. Le hacía sentir cosas para las que no estaba preparado. Tiró de la camiseta de ella para poder acariciarle la piel y no la prenda.
Alma tembló al contacto e interrumpió el beso para mirarlo. Se estaba perdiendo en él y estaba segura de que, si seguía, aquello le cambiaría la vida.
Pet le quitó lentamente la camiseta sin apartar la mirada de ella. Tenía un cuerpo bien definido, pero no excesivamente delgado, proporcionado en su justa medida. Era preciosa. Le puso una mano al final de la espalda y la acercó a él para retomar sus labios. Estaba tan a gusto con aquella mujer que estaba empezando a olvidarse todo.
Sin dejar el beso, fue empujándola lentamente hasta una mesa escritorio que había junto al sofá, la subió encima con las piernas abiertas y acercó su miembro para rozarse con su sexo.
Alma sólo pudo jadear. El beso, sentir su piel contra la de ella y la presión en su sexo con su pene ya hinchado, casi le hizo estallar. Demasiado tiempo sola.
-Tranquila Alma. -Susurró Pet, mirándola un momento.
-Mírame y dime qué quieres. Qué necesitas de mí.
Le costó mirarlo. ¿Cómo le iba a decir que quería que la penetrara allí mismo, sin más miramientos?
-A ti. Ahora -Contestó, decidida a no perder la oportunidad, con la voz entrecortada.
-¿Me quieres dentro de ti? -Insistió, porque ahora había deseo en
ella y quería verlo en sus ojos un poco más.
-Sí. jadeó ante la presión de Pet de nuevo contra su sexo.
Aquel hombre era perfecto y él lo sabía, jugaba con ello. La garró por las caderas acercándola hacia su miembro sólo para que lo sintiera en su piel.
La besó de nuevo y con los pechos al descubierto, le acarició uno con la mano y suavemente fue deslizando su boca hasta llegar al otro. Alma ahogó un grito al sentirlo por todas partes y se sujetó bien a la mesa, porque no quería caerse. En cuanto ella se sintió libre, abrió más las piernas, momento que Pet aprovechó para acercar el pene a su vagina sin penetrarla aún y rozarle el clítoris. Alma se agarró fuerte a su cuello. Todas sus terminaciones nerviosas parecían haberse activado de golpe con ese contacto y la mesa ya no le bastaba para sostenerse. Pet comprobó que estaba más que lista para que la penetrase aún así quería cerciorarse de ello.
-¿Estás preparada?
-Sí- Jadeó, aunque deseaba no haberlo dicho de ese modo.
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