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Catherine & Allen. Deuxiéme Fantaisie.


¿Ya?- Pensó Catherine. Esperaba que todo sucediese tras la cena. Le invadió una inquietud producto de la sorpresa. A pesar de ello no dijo nada y se tumbó siguiendo sus instrucciones. El hombre lubricó sus dedos y se los introdujo poco a poco, muy despacio, primero uno solo y luego dos a la vez. 

Durante unos segundos ambos permanecieron en silencio mirándose fijamente a los ojos. Catherine obedeció de inmediato. Estaba excitada. No sabía si a causa de lo que había comido o de lo que había bebido, pero estaba excitada. Echaba de menos aquel sabor de boca tan sexual y que ahora inexplicablemente lo recordaba con agrado. Ella se puso en pie. La cogió de la mano y la llevo hasta el baño. La sentó sobre el frío mármol del lavabo y la ordenó que se masturbase. No necesitó mucho tiempo para empezar a emitir gemidos de placer. Su predisposición era más que notable. Con una mano se acariciaba el sexo y con la otra metía y sacaba el dildo. La imagen era demasiado potente como para que Allen quisiese solamente mirarla hacer. Se arrancó con furia y clavó su boca en el sexo de Catherine, atrapándole la mano que manejaba el dilatador para forzarla con un mayor ritmo en la penetración. Catherine se deshacía con lo que la boca de Allen era capaz de hacerle sentir. Colocó ambas manos sobre su cabeza para empujarle más sobre su sexo, dejando el manejo del juguete al criterio de Allen. El orgasmo no se hizo esperar. Mientras se corría, él continuaba lamiéndole el sexo, sin detenerse un segundo, tal y como ella había hecho antes con él. Fue espectacular, intenso y excitante. No recordaba un orgasmo así desde hacía mucho. Los espasmos producto de su intenso orgasmo ya habían cesado pero la sensibilidad de clítoris aun estaba a flor de piel, por lo que seguía disfrutando todavía de la experta lengua de Allen. Jadeante y sudorosa, le cogió del pelo y lo levantó hacia ella diciéndole:


- Bésame.

Nuevamente otra oleada de sabor a sexo inundó su boca. Esta vez de su propio sabor. Él la miró a los ojos y quitándose los pantalones le dijo:


- Ahora ya estás preparada.


Y tras estas palabras Allen tiró con ambas manos de su cuerpo hacia fuera y sin más pérdida de tiempo se introdujo de una sola estocada. Catherine echó su cabeza hacia atrás en un gesto reflejo al tiempo abrió su boca para emitir un ahogado sonido mientras era penetrada.


- Despacio, despacio… Suplicó Catherine.


El pene de Allen no era como el consolador que guardaba en la mesita de noche, era bastante más grueso y parecía que se iba a desgarrar de un momento a otro.


- Tranquila, no te haré ningún daño. Le susurró al oído.


Catherine se abrazó con fuerza al cuello de Allen cruzando las piernas por su cintura.


- Házmelo con mucho cuidado, por favor.


Se sentía dolorida por la forma tan brusca con que se había introducido, pero tras unos segundos en los que él se mantuvo inmóvil, empezó a sentirse más cómoda y pudo relajarse un poco.


- Eso es, relájate, no estés tan tensa, permíteme que te entre sin oponer resistencia.


No estaba demasiado segura pero decidió poner todo de su parte. La relajación de su interior disminuyo progresivamente la sensación de presión y empezó a sentir como poco a poco el pene de Allen iba progresando dentro de ella. La sensación de plena ocupación en esa parte de su cuerpo le recordaba otras sensaciones menos excitantes y un tanto molestas, pero a pesar de ello trató de centrar su mente en lo que estaba haciendo para poder encontrar el máximo placer del acto.


- Eres buena chica y aprendes pronto. Me gustas.


Catherine no dijo nada pero pensó en que lo había imaginado más sencillo, menos complicado. Aun así trataba de colaborar moviendo su culo al ritmo de las penetraciones de Allen. Todavía estaba excitada y eso favorecía su participación, aunque la posición no le resultaba del todo cómoda.


- ¿Nos vamos a la cama? Le preguntó Catherine.


- Si, claro, donde tú quieras encanto. Le respondió él.


Sintió un gran alivio cuando se liberó de su pene al tiempo que notó cierta sensación de escozor en su interior.


Allen se sentó al borde de la cama y aprovecho para lubricarse abundantemente con el gel que había traído para la ocasión. Después Catherine hizo lo propio. Se colocó de rodillas sobre la cama y con una mano orientó el pene de Allen a la entrada de su sexo. Muy lentamente fue sentándose sobre él e introduciéndoselo. Esta vez todo fue mucho más fácil a pesar de ya estar un poco dolorida.


- ¡Que bien se siente dentro de ti dulzura! Ahora solo falta que te la metas  entera, toda entera, bien adentro…


Cada vez que se sentaba sobre ella trataba de buscar una mayor profundidad en la penetración. Lo hacia con cuidado, controlando bien todas sus sensaciones antes de intentar metérsela mas adentro. Entraba y salía lentamente, sin dejar de mirar fijamente a los ojos de Moisés como tratando de encontrar en ellos su aprobación. En este punto la cosa ya era muy distinta. Ella controlaba y decidía sobre el ritmo y la profundidad, y por primera vez empezaba a sentir excitación en todo aquello. Una excitación que crecía hasta provocarle un mayor deseo y una descarada osadía que le empujaban a intentar superarse conforme su placer iba en aumento. Ahora ya era capaz de sentarse completamente sobre su vientre y mantener dentro del culo hasta el último centímetro de su durísima polla. Su ritmo también era cada vez más intenso, cabalgando más rápidamente y más profundo, arriba y abajo, recorriendo toda la longitud de su pene, ágil y ligera cual esbelta amazona. Tanto énfasis terminó por vencer la resistencia de Allen. Por segunda vez en ese día sintió como aquel hombre descargaba toda su excitación dentro de ella, mientras no paraba de moverse arriba y abajo sintiendo los interminables espasmos de su pene que inundaban de esperma su culo, como antes hiciera con su boca.



Ambos se dejaron caer sobre la cama, rendidos, exhaustos y sudorosos, plenamente satisfechos y disfrutando de aquel momento de fantasía hecho realidad.





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