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Catherine & Allen. Première fantaisie.

Catherine encontraba en sus fantasías la válvula de escape que necesitaba, imaginando situaciones en las que se liberaba de todo lo que le ataba y el estrés del trabajo. Y en cuestión de sexo sus fantasías eran cada vez más osadas y atrevidas. Tan solo había conocido a Marco, nunca había estado con otro hombre, y fantasear con ello le excitaba muchísimo. Imaginaba todo tipo de situaciones tanto con gente conocida como con extraños y en todas ellas su actitud era de total pasividad, casi de sumisión, dejándose hacer y entregándose a los caprichos de los hombres con los que se imaginaba.



¿Pero por qué no hacer alguna de las fantasías realidad? Era una idea que martilleaba insistentemente su cabeza hasta el punto de convertirse en una obsesión. Pero también tenía sus momentos de lucidez y era entonces cuando comprendía que aquella locura, aparte que arriesgada, podía mandar al traste veinticinco años de su vida de los que no renegaba, aunque no la llenasen de plenitud vital. Y entonces sentía miedo y se preguntaba si merecía la pena arriesgar todo por un momento de locura pasional. Estaba confundida.



La facilidad para recrear situaciones de lo más extremas la llevó a experimentar relaciones de sumisión, tríos con hombres, aunque en el fondo solo se trataba de un juego perverso y excitante de pensamientos para poder hacerlo realidad. Hasta que un día conoció a Allen. Bajo ese hombre parecía esconderse una persona amable, educada, comprensiva y con un gusto exquisito para la sexualidad más refinada aunque por fuera pareciese un verdadero demonio. Enseguida conectó con él y las conversaciones entre ambos fueron cada vez más frecuentes al principio en el trabajo. Catherine se sentía confiada hasta el punto de hablarle de su vida privada y de confesarle todas sus frustraciones. Pensó que había sido muy tonta por darle tanta credibilidad y que había pecado de ingenua al haber aceptado quedar con el socio de su empresa. Pero ahora todo eso ya no tenía remedio. Estaba en el lugar convenido y tan solo podía esperar a que Allen apareciese, cierto era que tenía los nervios a flor de piel. Fueron unos segundos estremecedores, llenos de dudas pero también de excitación. Miraba a un lado y a otro tratando de encontrarle y de repente, estaba frente a ella.


-Buenas noches Catherine.


Aquel hombre la llamó por su nombre y su corazón de dio un vuelco, sonaba tan sexy pronunciado por él. 


-Buenas noches Allen. ¿Nos vamos ya?


- Claro, como siempre tan impaciente preciosa. Le dijo besándola apasionadamente en la boca.



Lo cierto es que a pesar de ser más mayor que ella unos diez años, su aspecto era elegante, maduro pero atractivo y su figura ciertamente era bastante atlética, de gimnasio. Deseó que ocurriese lo mismo con respecto a sus atributos sexuales. Tenía algunas canas pero lejos de estropearle el aspecto, le habían dado un toque a lo George Clooney que lo hacían muy interesante. A pesar de haber intimado tanto con ese hombre, su presencia le intimidaba y sus palabras le ruborizaban. Hablaba igual que escribía, sereno y confortable, con un tono de voz plácido y reposado. Decidieron ir al restaurante antes de subir a la habitación del hotel que tenían reservado. Pidieron la cena y durante unos segundos no supieron continuar la charla, hasta que él rompió el hielo.


- Tu nunca has tenido experiencias reales como las que hemos ido hablando todos estos meses, eso ya me lo has dicho, ¿pero estás segura de que quieres experimentarlas realmente Catherine?


- La verdad, no lo sé. Deseo tenerlas y además tenerlas contigo. Si no me has engañado y tienes la dulzura necesaria como para entregarme a ti. Pero aun deseándolo, nada de lo que espero hacer lo he sentido antes físicamente y no sé si estoy preparada para ello. Va a ser todo un reto para mí.


- Ante todo tienes que tener muy claro que nada sucederá si tú no lo deseas. Aunque estoy convencido de que cuando nuestros cuerpos sientan el roce del otro, el deseo será infinitamente mayor que cualquier cosa que pueda hacer que te eches para atrás. Asi que si estás lista, subamos a la habitación.



La habitación era coqueta y suficiente, sin grandes alardes pero funcional y espaciosa. Allen cerro tras de si la puerta y su semblante cambió automáticamente.


- Ya estamos dentro. Ahora mando yo nena. Le dijo Allen mirándola fijamente a los ojos muy serio.


- Estoy a tu disposición. Le contestó Catherine un poco nerviosa y excitada.



De puertas para adentro de la habitación ella estaría a su entera y completa disposición y sería él quien decidiese lo que debía o no hacer. De puertas afuera su relación sería de igual a igual.



- Bien. Entonces quítate toda la ropa que llevas.



Había llegado la hora de la verdad. Era el momento de demostrarse a si misma que estaba preparada y que la decisión que había tomado era la correcta. Catherine trató de desvestirse recordando como le gustaba a él, aunque esta vez lo tenía delante y debería hacerlo de verdad, sin que tuviese cabida el más mínimo rubor. Se volvió de espaldas y se quitó primero la falda para dejar al descubierto sus esbeltas piernas enfundadas en unas medias de seda negra. Un fino tanga desaparecía entre sus glúteos resaltando la redondeada forma de su trasero. Por el rabillo del ojo comprobó como la exploraba de arriba abajo y por su gesto parecía sentirse complacido.



- No solo eres preciosa sino que además tienes una elegancia innata. Veo que recuerdas bien como te imaginaba la primera vez que hablamos sobre esto. Tanga, medias y zapatos de tacón. Perfecta. Aunque te falta una cosa…


- No se que puede faltar…


- Aun llevas puesto el sujetador encanto.


- Es cierto, no me diste tiempo Allen…



Y mientras lo decía se sacó el sujetador dejándolo caer lentamente hacia el suelo. Durante unos segundos permaneció en silencio, observándola. Catherine se quitó inmediatamente el tanga dejando completamente expuesto a los ojos de Allen su sexo.



- Tal y como hemos acordado, solo debes obedecer mis órdenes dentro de esta habitación. Cuando crucemos la puerta eres libre de aceptar o no mis sugerencias.



La visión de Catherine completamente desnuda, con su sexo depilado y sus pechos firmes y dispuestos, generó en Allen una primera erección. Pero aún no había llegado el momento. Las cosas debían suceder tal y como él las había planeado y hasta después de ello no debían tener sexo. 


- Arrodíllate Catherine.


Enseguida Catherine le leyó las intenciones. Cogió un cojín de la cama y lo colocó bajo sus rodillas. Inmóvil, observó cómo el hombre se soltaba el cinturón, se desbrochaba los pantalones y se los quitaba lentamente, dejándolos perfectamente doblados sobre la cama. Unos boxers contenían a duras penas su excitado miembro.


- ¿Te gusta chuparla Catherine? Le preguntó con los ojos en llamas de puro deseo.


- Si estoy excitada sí, si no tengo ganas no. Le respondió ella sin apartarle la mirada.


- Para eso has venido ¿no?, para hacer lo que yo te pida, y espero que hoy lo estés.


Pensar demasiado en esa situación solo iba a traerle más dificultades, así que decidió aceptar sus deseos y confiar en que finalmente sabría superar este trance. Le resultaba muy complicado excitarse ante lo que se avecinaba, pero trató de poner todo de su parte para que su compañero disfrutase y viese cumplidas satisfactoriamente todas sus expectativas. En definitiva, de eso iba el juego. Catherine se introdujo el pene en la boca y lo chupó de la mejor manera que supo. Sin ser una especialista en la materia, buscaba ofrecer el mayor roce con sus labios y su lengua mientras entraba y salía de su boca, recorriendo una y otra vez la mayor extensión a la que podía dar cabida en su interior acariciándole lentamente los testículos mientras su lengua bajaba y subía a lo largo de su eje. Con la mano trataba de masturbarle al tiempo que se la chupaba, pero Allen le ordenó quitarla.


- No uses la mano, solo chúpala. Siéntela entrar y salir de tu boca y deléitate con tu capacidad de hacerme disfrutar hasta hacer tuyo mi propio orgasmo.


Poco a poco iba incrementando su ritmo conforme sentía que Allen alcanzaba una mayor excitación. El momento del clímax era cada vez más inminente. Y sujetándola por la cabeza para que se retirase recibió la primera descarga de su orgasmo. E instantes después una segunda y luego una tercera. Su boca se llenó con el esperma que brotaba de su pene y haciendo un esfuerzo para dominar el asco trató de tragarlo, pero una vez lo hizo volvió a sentir como nuevas descargas le llenaban una vez más la boca. Aquel hombre se corría abundantemente y por más que tragaba no parecía terminar nunca de recibir más y más semen. Por fin terminó de correrse aunque ella continuó chupando hasta no recibir sus instrucciones de parar. Un sabor amargo inundó su boca mientras poco a poco sentía como aquel miembro iba perdiendo la erección.


- Lo has hecho bien. Ahora pasemos a la siguiente fantasía.






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