Sus grandes manos le acariciaron las rodillas mientras su boca le robó un lento y adictivo beso. Ella se abrió a él, hambrienta por lo que le daba. Lo que la sorprendió fue el obvio espectáculo de necesidad de él con cada ferviente y cada vez más apasionado beso. Su pasión le quitó el aliento. Podía perderse en atenciones como ésta. Con su atención centrada únicamente en la posesión de su boca, apenas se percató de que sus manos se deslizaron entre sus muslos y empujaron las piernas abiertas hasta que el aire frío se precipitó a través de los ahora expuestos labios de su sexo. Gimió dentro de su boca y él se tragó el necesitado sonido.
Sus manos masajearon y acariciaron sus pequeños pechos. Cuando sus dedos rozaron sus pezones ella arqueó la espalda dentro de sus manos con un siseo de placer. Con el índice y el pulgar pellizcó sus pezones hasta que ella tomó aire con dificultad. El dolor construido junto al placer. ¿Cómo podía estarse quieta cuando cada caricia y cada sabor estaba diseñado para volverla loca? Ella gimió cuando sus manos abandonaron su cuerpo y se alejó. Los susurros de la multitud regresaron sin él allí para distraerla. Sus dedos se movieron rápidamente, abriendo ampliamente sus labios. Cuando estaba cerca de abandonar la lucha, los dedos se hundieron en su resbaladiza vagina penetrándola duramente. Pensó que lo había oído jurar una maldición al tiempo que movía frenéticamente los dedos dentro de ella, pero no podía estar segura mientras la impactante excitación aumentaba más alto que cualquier cosa que jamás había experimentado. Esos dedos se movieron dentro y fuera, atravesándola, frotando los tejidos ya excitados hasta que la combinación de todo ello explotó en su cuerpo.
Los músculos se contrajeron incontrolablemente mientras su cuerpo se sacudía en respuesta. Los gritos rasgaron su garganta y rebotaron por la habitación conforme la oscuridad la envolvió, dejándola conmocionada y temblorosa ante la fuerza de su liberación.
Sus manos masajearon y acariciaron sus pequeños pechos. Cuando sus dedos rozaron sus pezones ella arqueó la espalda dentro de sus manos con un siseo de placer. Con el índice y el pulgar pellizcó sus pezones hasta que ella tomó aire con dificultad. El dolor construido junto al placer. ¿Cómo podía estarse quieta cuando cada caricia y cada sabor estaba diseñado para volverla loca? Ella gimió cuando sus manos abandonaron su cuerpo y se alejó. Los susurros de la multitud regresaron sin él allí para distraerla. Sus dedos se movieron rápidamente, abriendo ampliamente sus labios. Cuando estaba cerca de abandonar la lucha, los dedos se hundieron en su resbaladiza vagina penetrándola duramente. Pensó que lo había oído jurar una maldición al tiempo que movía frenéticamente los dedos dentro de ella, pero no podía estar segura mientras la impactante excitación aumentaba más alto que cualquier cosa que jamás había experimentado. Esos dedos se movieron dentro y fuera, atravesándola, frotando los tejidos ya excitados hasta que la combinación de todo ello explotó en su cuerpo.
Los músculos se contrajeron incontrolablemente mientras su cuerpo se sacudía en respuesta. Los gritos rasgaron su garganta y rebotaron por la habitación conforme la oscuridad la envolvió, dejándola conmocionada y temblorosa ante la fuerza de su liberación.