Otra vez, otra vez estamos donde lo dejamos hace tres años, cuando todavía eran tan solo una adolescente perdiendo su virginidad. Sean, maldito sea, después de tanto me dejó como si nada, sin despedirse si quiera, una triste nota diciéndome que volvería. Nunca imaginé que volvería tres años después para tener que protegerme de unos asesinos, lo que lo lleva a vivir en mi casa. Durante la cena, abajo me estuvo explicando que tuvo que marcharse a una misión en Afganistán y que le llevó más tiempo del que tenía pensado, discutimos pues le recriminé que ni una sola vez había intentado ponerse en contacto conmigo. Ahora, sus ojos azules se encuentran con los míos y siento como si me estuviera estudiando. Vuelvo a apreciar su belleza, esa que me cautivó hace algunos años, pero la inexpresividad de su rostro me hace volver a la realidad ipso facto. Me sujeta con fuerza por la cintura, manteniendo ya mis dos muñecas agarradas con una sola mano detrás de mi espalda, y no deja de mirarme. Sus dedos se deslizan por mi cara y siento la suave piel de sus yemas sobre mi rostro. ¡Joder! Es terriblemente guapo pero es muy peligroso para mí, ya me rompió el corazón una vez, ahora solo sería sexo, eso es, solamente sexo. Su piel, es perfecta, sin un solo pelo en el pecho y unos músculos que quitan el hipo... Además tiene el precioso tatuaje en la parte izquierda de su pecho y el antebrazo…como recuerdo ese tatuaje, la vez que lo acompañé a hacérselo, lo que pasó después... ¡Dios mío! ¿Por qué tiene que ser tan capullo? Inconscientemente alargo mi mano para tocar su hombro, siento la necesidad de volver a tocarlo, de sentir sus besos, esos que me volvían loca de deseo, quiero sentirlo dentro de mí…¡basta! No vayas pensando en eso, solamente sexo recuérdalo. Con una rapidez fuera de lo normal se abalanza sobre mí, tumbándome sobre la cama. La sábana, que al menos antes algo le cubría, ahora se ha quedado tirada por el camino y mi albornoz se ha abierto por completo. Nuestros cuerpos están juntos, desnudos, tocándose... ¡Dios, qué caliente está! Su cara está a tan sólo unos milímetros de la mía y sus ojos van desde los míos hasta mi boca, y me sonríe como solo él sabe hacer.
Ya no puedo más. Siento su calor por todo mi cuerpo. Su pene, que desde que lo he visto cuando se ha sentado estaba ya con una erección considerable, roza mi sexo. Hundiendo mis dedos en su pelo, le atraigo más hacia mí, abro mi boca y mi lengua sale en busca de la suya. Empiezo a besarlo apasionadamente y él empieza a corresponderme. Una vez ya tengo controlado el ritmo del beso, suelto su cabeza y mis manos vuelan hacia su entrepierna. Agarro su pene y lo envuelvo con una de ellas. Está duro como una piedra y yo más que preparada. Con un movimiento rápido de caderas me coloco en posición para recibir esa exquisitez y me ayudo con la mano. Sin casi darle tiempo a pensar, me introduzco su pene y al momento separa sus labios de los míos sin dejar de mirarme, agarrando su enorme pene y con la otra mano sujetándome por la cadera, me lo inserta de una estocada, haciéndome ver las estrellas cuando rebota en mi interior. No puedo evitar lanzar un grito de dolor, y otro más cuando vuelve a embestirme con brutalidad. Su garganta emite profundos gruñidos que me aceleran todavía más el pulso. Sus embestidas continúan rebotando en mi interior, pero ya me he acostumbrado a su tamaño y, aunque siento un leve dolor, éste es minimizado por completo por el brutal y descontrolado placer que me está dando, noto como entra y sale de mi interior y hace que me levante y baje tan rápidamente que noto como se inserta en lo más profundo de mi ser. Mis brazos rodean su cuello en un gesto cariñoso y mis manos acarician su pelo, como antaño. Beso ligeramente su labio inferior. Nuestros sexos vuelven a rozarse y su mano baja por mi espalda hasta mi trasero para profundizar las embestidas, que ahora se han vuelto más lentas. Aprisiono entre mis dientes su labio y tiro de él, suave, lo suelto. Su lengua se mueve dentro de mi boca y el calor invade todo mi cuerpo. Me muevo sensualmente arriba y abajo pero ese ritmo lento y sensual dura más bien poco. Vuelve a la carga, me posee la boca y yo, colocándome sobre su pene, lo invito a que me posea por completo. Sus manos se aferran a mis caderas, cierro los ojos y agarrándome a sus musculosos hombros me dejo caer sobre él. Mi interior vuelve a acomodarse a él, y aumento la velocidad y la fuerza de mis movimientos. Siento que me voy a correr en seguida, deseo seguir sintiéndolo más. Sus gruñidos son cada vez más fuertes y la fiereza con que me besa, hacen que lleguemos al clímax casi al mismo tiempo. Por más que lo intente sé que con él, nunca podrá ser solamente sexo, sigo completamente enamorada de este hombre, y tal vez, solo tal vez, el me corresponda.
Ya no puedo más. Siento su calor por todo mi cuerpo. Su pene, que desde que lo he visto cuando se ha sentado estaba ya con una erección considerable, roza mi sexo. Hundiendo mis dedos en su pelo, le atraigo más hacia mí, abro mi boca y mi lengua sale en busca de la suya. Empiezo a besarlo apasionadamente y él empieza a corresponderme. Una vez ya tengo controlado el ritmo del beso, suelto su cabeza y mis manos vuelan hacia su entrepierna. Agarro su pene y lo envuelvo con una de ellas. Está duro como una piedra y yo más que preparada. Con un movimiento rápido de caderas me coloco en posición para recibir esa exquisitez y me ayudo con la mano. Sin casi darle tiempo a pensar, me introduzco su pene y al momento separa sus labios de los míos sin dejar de mirarme, agarrando su enorme pene y con la otra mano sujetándome por la cadera, me lo inserta de una estocada, haciéndome ver las estrellas cuando rebota en mi interior. No puedo evitar lanzar un grito de dolor, y otro más cuando vuelve a embestirme con brutalidad. Su garganta emite profundos gruñidos que me aceleran todavía más el pulso. Sus embestidas continúan rebotando en mi interior, pero ya me he acostumbrado a su tamaño y, aunque siento un leve dolor, éste es minimizado por completo por el brutal y descontrolado placer que me está dando, noto como entra y sale de mi interior y hace que me levante y baje tan rápidamente que noto como se inserta en lo más profundo de mi ser. Mis brazos rodean su cuello en un gesto cariñoso y mis manos acarician su pelo, como antaño. Beso ligeramente su labio inferior. Nuestros sexos vuelven a rozarse y su mano baja por mi espalda hasta mi trasero para profundizar las embestidas, que ahora se han vuelto más lentas. Aprisiono entre mis dientes su labio y tiro de él, suave, lo suelto. Su lengua se mueve dentro de mi boca y el calor invade todo mi cuerpo. Me muevo sensualmente arriba y abajo pero ese ritmo lento y sensual dura más bien poco. Vuelve a la carga, me posee la boca y yo, colocándome sobre su pene, lo invito a que me posea por completo. Sus manos se aferran a mis caderas, cierro los ojos y agarrándome a sus musculosos hombros me dejo caer sobre él. Mi interior vuelve a acomodarse a él, y aumento la velocidad y la fuerza de mis movimientos. Siento que me voy a correr en seguida, deseo seguir sintiéndolo más. Sus gruñidos son cada vez más fuertes y la fiereza con que me besa, hacen que lleguemos al clímax casi al mismo tiempo. Por más que lo intente sé que con él, nunca podrá ser solamente sexo, sigo completamente enamorada de este hombre, y tal vez, solo tal vez, el me corresponda.