La escucho, nos interrumpimos, hablamos a la vez cada vez más animados, nos reímos sueltos, ¡sin prejuicios Dioosss! a cada minuto que pasa me gusta más.. Estoy comodísimo, suelto, encantado y, además, esos roces furtivos, ese aproximarse inconsciente de cuerpos, ese contacto magnético, sus manos que se han posado en las mías por un instante, su pelo que me ha rozado la mejilla, su risa cristalina que me provoca una sacudida profunda que recorre mi cuerpo incendiándome de un calor que no cesa de crecer. Llegamos a la estación y nos despedimos entre besos que se demoran sobre la piel y me atrevo a abrazarla, apretarla con fuerza envuelto en su perfume. La noto azorada por el inesperado abrazo y la suelto. La veo alejarse hasta perderse en el taxi que la lleva a casa, y yo me quedo recreándome en toda la magia de este encuentro. Se me nota en la cara esa alegría profunda que me viste desde que comenzó este viaje conociendo sin querer a la mujer de mi vida, la futura madre de mis hijos. Llegas puntual, caminando ligera y me gusta verte en medio de la gente, tu pelo ondeando en la brisa de la tarde, pisando firme, con tu mirada buscándome. Tu sonrisa me hace volar, te doy un solo beso en la mejilla e impulsivamente, te abrazo fuerte temblando apretado a ti. No rechazas ese abrazo inesperado y lo prolongas con una caricia, nos sentamos, llamamos al camarero y pides otra cerveza. Me siento tan bien contigo, tan cómodo que los roces de manos, miradas, piernas, cuerpos que se buscan inconscientemente se vuelven frecuentes y cada vez más eléctricamente intensos. Caminamos despacio bajo mi paraguas, despreocupadamente, charlando. La lluvia cae mansa y te cuelgas de mi brazo. Siento tu proximidad, el perfume delicado de tu piel, mirándote, escuchándote. Cenamos y nos vamos a tomar una copa al bar más próximo antes de decidir ir a mi casa. No ceso de mirarte, de sentirte cerca, nuestras manos se buscan, las caricias avanzan en la noche y el contacto es cada vez más intenso en esa comunicación eléctrica que nos une irrefrenablemente. Te miro con mi mano sobre tu hombro y me abalanzo sobre tus labios, nos besamos despacio, largamente. Te gusta la habitación, el amplio ventanal a la ajetreada ciudad y así, viendo caer la lluvia te desnudo con urgencia, descubriendo tu piel, besándote, mordiéndote, acariciándote con las manos ávidas de piel, de descubrir, explorar cuerpos eléctricos, deseándote, apretado a ti, mordiendo tus pechos, tu vientre, tu sexo..
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Ya ni sé de qué estamos hablando en ese momento pues me corta de repente, pero siento su mano en mi hombro y sus labios se acercan, me besa y un escalofrío recorre mi columna, un escalofrío por su gélida mano. De inmediato siento sus manos que me desnudan y me acarician a la vez, mordiéndonos y besándonos mientras nos miramos, sacándole la camisa desabrochando su pantalón, completamente desinhibida, notando sus manos bajo mi vestido, bajo mi ropa interior, manos rápidas que me excitan que me hacen gemir, manos fuertes que me hacen vislumbrar lo que me va a dar. Caemos sobre la cama desnudos, rodando, ansiosos, tocándonos, acariciándonos.. cae sobre mi cuerpo y mis piernas enlazan su cintura, ahora no podemos contenernos y lo quiero dentro de mí, con quizá demasiada urgencia. Su erecto miembro se frota en mi sexo y entra de golpe haciéndome gemir, se mueve fuerte dentro de mí, estoy completamente agarrada a su cuerpo y me giro de golpe sobre él, sin despegarnos, sin salir, tengo la necesidad de cabalgarle, sus manos se clavan en mis nalgas, no sabía que nadie pudiera empujar tanto, pero le siento muy dentro de mí y mi pecho busca sus labios, golpeando su cara, sintiendo sus dientes que me buscan, en una galopada salvaje, una carrera hacia el deseo, mi cuerpo se vence a sus embestidas y le entrego todo entre gemidos, convulsionada y sudando..
Me voltea sobre la cama y sube mis piernas apoyándolas en sus hombros, acerca su miembro y empuja agarrando mis muslos, mordiendo mi pierna, entrando en mí con una fuerza primitiva que me hace agarrar las sábanas, y contener mis gritos, aunque me cuesta pero no quiero que me vea así, tan entregada, no quiero que sienta tanto ese vicio que me vence, al que me quiero dar, sus movimientos se vuelven más convulsos, sus gemidos también, le noto volcarse dentro de mí y una humedad y calor que me llenan, su cuerpo sobre el mío, abrazándonos, buscando nuestras bocas, besándonos y amándonos, amándonos hasta los confines del universo.
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