Park alzó una mano y me deslizó dos dedos por el labio inferior. Estar allí de pie mientras aquel hombre me tocaba era la mejor idea del mundo. Evocaba sensaciones que nunca había experimentado, sensaciones que antes de conocerlo nunca lo había vivido con ningún otro hombre. Era la clase de hombre en el que una chica podía apoyarse y ahora estaban casados. Y además, me gustaban sus caricias y sus atenciones últimamente había cambiado y estaba más romántico, quizá sea por la boda o porque realmente quiere tratarme como una princesa como me dice muchas veces. Como si me hubiera adivinado el pensamiento, me deslizó la mano por el cuerpo con una intencionalidad que me hizo saber que ya no estaba en mi mundo.
Sabía que Park deseaba ponerse encima mía y penetrarme, pero supongo que simplemente esperaba que fuese yo quién lo iniciase pues me estaba sonriendo a la vez que me miraba cual pintor mira un lienzo en blanco por primera vez. Le acaricié el pecho, el abdomen, la cadera, las nalgas desnudas...
Sin decir una palabra, lo coloqué boca arriba y lo monté. Cabalgué lentamente hasta que Park no pudo seguir soportándolo. Entonces él me agarró las caderas y me embistió una y otra vez. Grité tan fuerte como la persona que siente vértigo al subirse a un edificio de veinte plantas, debido a la fuerza de mi orgasmo. Todo mi cuerpo se fundió alrededor del suyo con pequeños estremecimientos y Park dejó escapar un ronco gemido al fundirse conmigo.
Después de unas horas, nos quedamos entrelazados, abrazados durante largo tiempo en silencio hasta dormirnos apenas sin darse cuenta, pues a veces el silencio dice más que las palabras…
Sabía que Park deseaba ponerse encima mía y penetrarme, pero supongo que simplemente esperaba que fuese yo quién lo iniciase pues me estaba sonriendo a la vez que me miraba cual pintor mira un lienzo en blanco por primera vez. Le acaricié el pecho, el abdomen, la cadera, las nalgas desnudas...
Sin decir una palabra, lo coloqué boca arriba y lo monté. Cabalgué lentamente hasta que Park no pudo seguir soportándolo. Entonces él me agarró las caderas y me embistió una y otra vez. Grité tan fuerte como la persona que siente vértigo al subirse a un edificio de veinte plantas, debido a la fuerza de mi orgasmo. Todo mi cuerpo se fundió alrededor del suyo con pequeños estremecimientos y Park dejó escapar un ronco gemido al fundirse conmigo.
Después de unas horas, nos quedamos entrelazados, abrazados durante largo tiempo en silencio hasta dormirnos apenas sin darse cuenta, pues a veces el silencio dice más que las palabras…
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