Subía con una gran facilidad la enorme cuesta, nuevamente parecía que flotara en el aire. Pedaleé como si llevara al demonio persiguiéndome, no podía ni quería mirar para atrás, nunca me ha gustado ver quien viene siguiéndome. Consigo avanzar bastante para llegar a la mitad del recorrido tranquilo y así disfrutar realmente de las vistas.
Otra enorme cuesta empinada, la dureza del terreno no me permitía avanzar o suficientemente deprisa como a mí me gustaría, aquellos instantes fueron para mí interminables. Por fin, llegando al final de la última rampa, aprovechando la curva a la izquierda que felizmente indica el final del sufrimiento. Dado que el terreno deja ya de empinarse, comencé a pedalear lo más rápido que mis cansadas piernas me permitían, pues casi 136 kilómetros con caminos pedregosos y cuestas interminables acababan a uno dejándolo hecho polvo.
Me quedaba poco para llegar a la meta, en la última curva, poco a poco la niebla había empezado a desaparecer. Ahora sí, puse el plato mediano o puede que incluso el grande. La rampa ya no tenía ni de lejos el desnivel del principio que tanto me había costado subir, ya en la bajada, antes de cruzar la meta, sintiéndome seguro y para convencerme de que no venía nadie, me paré unos instantes y miré hacia atrás, nadie. Crucé la meta y acabé el primero, como en los últimos siete años.
Otra carrera más, otra victoria, otro logro, como queráis llamarlo. Pero sigo sin ella.
Quiero tanto a Hannah tanto... quizás la quiero demasiado, y demasiado tarde me di cuenta de ello. Es cierto que soy tan apasionado con ella que a veces perdía el control. Era culpa de ella, pensé, claramente es culpa suya. Siempre me presionaba, siempre estaba tentándome para probar cosas nuevas, es como si en el fondo a ella también le gustasen pero nunca acababa por decirlo abiertamente.
Sé que puede sonar muy a película, pero no puedo vivir sin Hannah, y me sentía realmente mal cada vez que terminaba una carrera y no la veía en la línea de meta esperándome. Con esos ojos marrones brillando, aplaudiéndome con ímpetu y gran entusiasmo, como la primera vez que un niño va a un circo, con esa misma ilusión en el rostro.
Todo lo que necesitaba era hablar con ella, decirle que la quiero y disculparme, haberme comportado como un verdadero cretino. Entonces ella volvería conmigo y todo volvería a ser como era antes.
Pero primero tenía que encontrarla.
Otra enorme cuesta empinada, la dureza del terreno no me permitía avanzar o suficientemente deprisa como a mí me gustaría, aquellos instantes fueron para mí interminables. Por fin, llegando al final de la última rampa, aprovechando la curva a la izquierda que felizmente indica el final del sufrimiento. Dado que el terreno deja ya de empinarse, comencé a pedalear lo más rápido que mis cansadas piernas me permitían, pues casi 136 kilómetros con caminos pedregosos y cuestas interminables acababan a uno dejándolo hecho polvo.
Me quedaba poco para llegar a la meta, en la última curva, poco a poco la niebla había empezado a desaparecer. Ahora sí, puse el plato mediano o puede que incluso el grande. La rampa ya no tenía ni de lejos el desnivel del principio que tanto me había costado subir, ya en la bajada, antes de cruzar la meta, sintiéndome seguro y para convencerme de que no venía nadie, me paré unos instantes y miré hacia atrás, nadie. Crucé la meta y acabé el primero, como en los últimos siete años.
Otra carrera más, otra victoria, otro logro, como queráis llamarlo. Pero sigo sin ella.
Quiero tanto a Hannah tanto... quizás la quiero demasiado, y demasiado tarde me di cuenta de ello. Es cierto que soy tan apasionado con ella que a veces perdía el control. Era culpa de ella, pensé, claramente es culpa suya. Siempre me presionaba, siempre estaba tentándome para probar cosas nuevas, es como si en el fondo a ella también le gustasen pero nunca acababa por decirlo abiertamente.
Sé que puede sonar muy a película, pero no puedo vivir sin Hannah, y me sentía realmente mal cada vez que terminaba una carrera y no la veía en la línea de meta esperándome. Con esos ojos marrones brillando, aplaudiéndome con ímpetu y gran entusiasmo, como la primera vez que un niño va a un circo, con esa misma ilusión en el rostro.
Todo lo que necesitaba era hablar con ella, decirle que la quiero y disculparme, haberme comportado como un verdadero cretino. Entonces ella volvería conmigo y todo volvería a ser como era antes.
Pero primero tenía que encontrarla.
Este relato hasta ahora para mí ha sido el mejor, no porque no me gusten los demás sino porque prefiero trama a acción y este relato desde luego la tiene. No solo es completamente diferente a los otros, sino que plasma también las emociones que duele. Además, no esperaba ver a un protagonista masculino y eso es muy bueno porque no lo vi venir y me pillo completamente desprevenido.
ResponderEliminarOtra cosa que veo es que te gustan los títulos simples pero simbólicos para el relato, directos al grano, a la esencia misma del relato. Me alegro de que haya una segunda parte, espero que el chaval consiga arreglarlo con Hannah :)
Buena opinión Antonio, me gusta que mis Rinconeros hablen y plasmen por escrito lo que piensan de verdad. Claro que hay personajes masculinos como protagonistas, lo único que no suelo incluirlos a menudo, pero habrá más.
ResponderEliminarPienso que no hay por qué pensar mucho en un título ni enrollarse mucho para crear algo. Simplemente fluye de ti conforme vas imaginando, avanzando en la historia, personajes, escenario...