Naia estuvo dando vueltas en la cama durante toda la noche, esa normalidad y estabilidad que había estado intentando conseguir tan duramente durante toda su vida se le había escurrido entre los dedos tan rápido que no podía ni siquiera agarrar un poquito de ella. Pero sabía tan bien como el que los dos se buscaban, y que después de tanto tiempo todavía seguía esa pequeña llama entre ambos. Al llegar a la Sala S, apoyado en el marco de la puerta se encontraba Hugo, nada más oír pasos giró la cabeza y al encontrarse con la mirada sin confusión ni duda de Naia le sonrió de esa manera que hacía que ella se sintiese como en casa. Entraron en silencio, y Naia se giró hacia Hugo sin hablar. Físicamente era alto, tenía músculos con algo de grasa, pero era más amplio de los hombros y un poco más estrecho en la cintura, tenía el pelo corto y rubio, la voz profunda y sexy, le recordaba a esos chicos malos de las películas. Se acercó más a él y de puntillas, le dibujó suavemente con el dedo el contorno de la cara, cerró los ojos ante su tacto tan familiar mientras una sensación conocida la recorría desde el brazo.
-¿Ha merecido la pena, no crees? –Dijo Hugo tomándola por la cintura, acercándola más a él.
-Sí, pero Hugo… ¿tu chica? –Le preguntó un poco confundida Naia.
-No estoy con Miranda desde hace un tiempo Naia, acabé por comprender lo que tanto tiempo estuviste diciéndome. No puedo estar con una persona por el simple hecho de no causarle daño, precisamente el daño es lo que siempre vamos a recibir, ya sea en pequeñas o grandes proporciones, y yo no podía permitir malgastar tanto su vida como la mía en una relación que no iba a llevar a buen puerto, sinceramente, la quise, sí, pero nunca me ha llenado tanto como lo hiciste tú. Naia, todavía quiero estar contigo pero solamente si tú quieres. –Le explicó Hugo acariciándole los brazos y la mejilla.
-Realmente no quiero pensar en nada. Siempre supe que tenía razón en lo que te decía, pero era necesario que te dieses cuenta por ti mismo, aunque hayas tardado tres años en hacerlo. En cierto modo, no entendía el por qué, pero sabía que volverías. Y sí, quiero estar contigo Hugo.
Hugo la abrazó y la besó. Fue un beso dulce, que no habría esperado de nuevo sentir lo que sentía por aquel entonces. Éste era tierno, como si estuviera teniendo cuidado con ella... o tal vez disfrutando de ella. Sus labios rozaron suavemente, y ella podía sentir su aliento caliente contra su boca. Ella lo agarró de los hombros mientras apretaba su boca en la suya. Abrió los labios de buena gana para él y gimió cuando su lengua buscó y encontró la suya. Él la exploró, saboreándola, mordiendo el labio inferior. La forma en que Hugo la besaba hizo que sus piernas se quedaran como la gelatina. Hugo poco a poco terminó el beso y apoyó su frente contra la suya. Su respiración era fuerte y la de ella también. Naia suspiró y su mente comenzó a pensar en otras cosas. Mientras que Hugo quería estar dentro de ella. Esto era como el patinaje sobre hielo a través del infierno, la única diferencia era que ésta vez no se iba a derretir. Él le agarró los dedos y la besó. Lamió las puntas de uno de sus dedos y la oyó aguantar el aliento. Animado, deslizó un dedo entre sus labios y su lengua lo cubrió por encima. Los ojos de Naia se oscurecieron con sus pupilas dilatadas. La mandíbula se le quedó un poco floja al verlo coger cada uno de sus dedos a su vez y deslizarlos en los rincones de la boca mientras le sostenía la mirada constantemente, poniendo todo lo que sentía por ella y todo lo que quería hacerle en sus ojos. Naia se lamió los labios, retirando la mano de su boca. Ella se inclinó y apretó la boca a la suya. Era como un arma de fuego en el cuerpo de Hugo. El entrelazó sus brazos, su mano se deslizo bajo el cabello de su cuello. Hugo inclinó su boca sobre la suya con un gruñido hambriento, salvaje de ella.
Hugo pasó una mano por su espalda, bajo la camiseta, y la deslizó por su piel lisa y suave hasta llegar al broche de su sujetador. Se deshizo de él con un movimiento de sus dedos y sus pechos cayeron libres. Colocó la mano en la parte de delante, y con la otra le rozó el pezón hacia atrás y adelante hasta que se endureció como una piedra. Naia apenas podía sostenerse en sus piernas. Se sentía húmeda y dolorida entre los muslos y todo su cuerpo zumbaba. Ella cerró los ojos aún más fuerte. Incluso ahora, podía sentir emociones complejas, por Hugo. Sentía un profundo respeto, un cuidado íntimo, era el único hombre que había conocido por el que realmente se había sentido segura, esa necesidad que tanto anhelamos. Estaba al borde de un ataque de amor, y si no se cuidaba de sí misma esta vez podría hacerse mucho daño. Tuvo que recordarse a sí misma de nuevo por qué podría ser una mala idea, pero pronto lo desechó cuando recordó las palabras de la noche anterior. Hugo se acercó a Naia que quien sin darse apenas cuenta estaba contra la pared. Puso una mano en cada lado de su rostro y la apretó contra las baldosas. Le apartó el pelo un poco y besó el lugar sensible justo debajo de su oreja. Su respiración sonaba áspera y dulce en su oído. Hugo dejó que sus manos recorriesen su cintura, y luego más suavemente hasta pasado el borde inferior de la camiseta a sus pechos desnudos. La sensación de sus manos grandes y cálidas y lo que sospechaba que podían hacer en ella, le hizo contener el aliento en la garganta.
-¿Me deseas, Naia? ¿Quieres que te suba la falda y te empuje contra este muro? Porque quiero hacer eso. De hecho, es casi todo lo que puedo pensar ahora mismo. Quiero hacerte el amor, el lento, fácil y entrar en tu cuerpo una y otra vez… -Dijo Hugo con deseo.
Él puso los pezones entre sus dedos y Naia sintió que algo se movía en su interior.
-¿Ha merecido la pena, no crees? –Dijo Hugo tomándola por la cintura, acercándola más a él.
-Sí, pero Hugo… ¿tu chica? –Le preguntó un poco confundida Naia.
-No estoy con Miranda desde hace un tiempo Naia, acabé por comprender lo que tanto tiempo estuviste diciéndome. No puedo estar con una persona por el simple hecho de no causarle daño, precisamente el daño es lo que siempre vamos a recibir, ya sea en pequeñas o grandes proporciones, y yo no podía permitir malgastar tanto su vida como la mía en una relación que no iba a llevar a buen puerto, sinceramente, la quise, sí, pero nunca me ha llenado tanto como lo hiciste tú. Naia, todavía quiero estar contigo pero solamente si tú quieres. –Le explicó Hugo acariciándole los brazos y la mejilla.
-Realmente no quiero pensar en nada. Siempre supe que tenía razón en lo que te decía, pero era necesario que te dieses cuenta por ti mismo, aunque hayas tardado tres años en hacerlo. En cierto modo, no entendía el por qué, pero sabía que volverías. Y sí, quiero estar contigo Hugo.
Hugo la abrazó y la besó. Fue un beso dulce, que no habría esperado de nuevo sentir lo que sentía por aquel entonces. Éste era tierno, como si estuviera teniendo cuidado con ella... o tal vez disfrutando de ella. Sus labios rozaron suavemente, y ella podía sentir su aliento caliente contra su boca. Ella lo agarró de los hombros mientras apretaba su boca en la suya. Abrió los labios de buena gana para él y gimió cuando su lengua buscó y encontró la suya. Él la exploró, saboreándola, mordiendo el labio inferior. La forma en que Hugo la besaba hizo que sus piernas se quedaran como la gelatina. Hugo poco a poco terminó el beso y apoyó su frente contra la suya. Su respiración era fuerte y la de ella también. Naia suspiró y su mente comenzó a pensar en otras cosas. Mientras que Hugo quería estar dentro de ella. Esto era como el patinaje sobre hielo a través del infierno, la única diferencia era que ésta vez no se iba a derretir. Él le agarró los dedos y la besó. Lamió las puntas de uno de sus dedos y la oyó aguantar el aliento. Animado, deslizó un dedo entre sus labios y su lengua lo cubrió por encima. Los ojos de Naia se oscurecieron con sus pupilas dilatadas. La mandíbula se le quedó un poco floja al verlo coger cada uno de sus dedos a su vez y deslizarlos en los rincones de la boca mientras le sostenía la mirada constantemente, poniendo todo lo que sentía por ella y todo lo que quería hacerle en sus ojos. Naia se lamió los labios, retirando la mano de su boca. Ella se inclinó y apretó la boca a la suya. Era como un arma de fuego en el cuerpo de Hugo. El entrelazó sus brazos, su mano se deslizo bajo el cabello de su cuello. Hugo inclinó su boca sobre la suya con un gruñido hambriento, salvaje de ella.
Hugo pasó una mano por su espalda, bajo la camiseta, y la deslizó por su piel lisa y suave hasta llegar al broche de su sujetador. Se deshizo de él con un movimiento de sus dedos y sus pechos cayeron libres. Colocó la mano en la parte de delante, y con la otra le rozó el pezón hacia atrás y adelante hasta que se endureció como una piedra. Naia apenas podía sostenerse en sus piernas. Se sentía húmeda y dolorida entre los muslos y todo su cuerpo zumbaba. Ella cerró los ojos aún más fuerte. Incluso ahora, podía sentir emociones complejas, por Hugo. Sentía un profundo respeto, un cuidado íntimo, era el único hombre que había conocido por el que realmente se había sentido segura, esa necesidad que tanto anhelamos. Estaba al borde de un ataque de amor, y si no se cuidaba de sí misma esta vez podría hacerse mucho daño. Tuvo que recordarse a sí misma de nuevo por qué podría ser una mala idea, pero pronto lo desechó cuando recordó las palabras de la noche anterior. Hugo se acercó a Naia que quien sin darse apenas cuenta estaba contra la pared. Puso una mano en cada lado de su rostro y la apretó contra las baldosas. Le apartó el pelo un poco y besó el lugar sensible justo debajo de su oreja. Su respiración sonaba áspera y dulce en su oído. Hugo dejó que sus manos recorriesen su cintura, y luego más suavemente hasta pasado el borde inferior de la camiseta a sus pechos desnudos. La sensación de sus manos grandes y cálidas y lo que sospechaba que podían hacer en ella, le hizo contener el aliento en la garganta.
-¿Me deseas, Naia? ¿Quieres que te suba la falda y te empuje contra este muro? Porque quiero hacer eso. De hecho, es casi todo lo que puedo pensar ahora mismo. Quiero hacerte el amor, el lento, fácil y entrar en tu cuerpo una y otra vez… -Dijo Hugo con deseo.
Él puso los pezones entre sus dedos y Naia sintió que algo se movía en su interior.
-Sí, Dios sí Hugo. Hemos esperado demasiado tiempo.
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