El deseo se retorció en el interior de Tony a la vez que una explosión de calor se disparó en su entrepierna, haciendo que se endureciera de forma dolorosa. Sospechaba que esa mujer no tenía ni idea de lo endiabladamente sexy que era, ni de que durante la pasada semana se había ido metiendo bajo su piel. Diablos, desde el mismo segundo en el que miró sus ojos, la atracción fue instantánea, potente, devastadora, y de todo menos casual. No había manera de negar lo mucho que la deseaba. Maldición, esos labios parecían pedir un beso a gritos. Las luces de la pista de baile se suavizaron mientras Tony se le acercaba desde detrás y le golpeaba en la espalda.
-Juega limpio Tony.
Tony se apartó el pelo de la frente riendo.
-Siempre juego limpio. Duro, pero limpio. -Con un dedo le hizo señas a Marta para que se le acercara.
Subiéndose el vestido y revelando sus esbeltas piernas, ella se bajó del taburete y le devolvió la mirada sin estremecerse. Los ojos de él dejaron su rostro y lentamente recorrieron todo su cuerpo. El calor se elevó en él a medida que se imaginaba subiéndole la liga por las piernas hasta los muslos. Mostrando seguridad, Marta se acercó y aceptó la silla colocada en el centro de la pista de baile. Su aroma floral se esparció en el aire a su alrededor, y Tony se sintió ligeramente mareado. Una música erótica empezó a sonar de fondo mientras la multitud vitoreaba. Ignorando la música y a la audiencia, Tony se dejó caer de rodillas, insinuándose entre las piernas de ella, y agarró el dobladillo de su vestido. El cuerpo de Marta casi vibraba. Él se acercó más. Su boca apenas a unos pocos centímetros de la oreja de ella.
Dime algo, Marta, ¿quieres que te toque? -Le subió aún más el vestido hasta dejar a la vista la suave curva de los muslos. Las aletas de su nariz se dilataron mientras la acariciaba con los ojos.
-Yo… -Se atragantó.
Tony casi podía oír la mente de ella a mil por hora. Sus dudas sólo duraron segundos, algo en su expresión cambió. Él centró la atención en sus pechos mientras ella se enderezaba y tomaba aire. Apartó un mechón rebelde de pelo y lo miró fijamente. Aunque no había ninguna muestra de incertidumbre en la expresión de ella, él pudo ver algo en sus ojos segundos antes de que Marta lo ocultara. Tony sabía que deseaba explorar aguas desconocidas y experimentar con ese otro aspecto de sí misma, y quería ayudarla a hacerlo, pero también él estaba nervioso. Un sentimiento de ternura lo llenó cuando sus instintos de protección se despertaron. La miró a los ojos, tratando de decirle que estaba en buenas manos, que él no era como los otros, que él no iba a hacerle daño.
-Sí, quiero que me toques.
Un primitivo gruñido de masculinidad resonó en la garganta de Tony.
-Bien. Porque quiero tocarte.
Ignorando a la multitud que los rodeaba, le quitó el zapato y le deslizó la liga por la media de seda. Con delicadeza, la mano de Tony empezó un viaje perezoso por su pierna. Marta reaccionó de inmediato ante esa caricia tan íntima y su respiración se aceleró. Su cálida y hambrienta carne empezó a temblar cuando parte de su autocontrol se desvaneció.
-Mmmm… Tienes unas bonitas piernas Marta, en sí todo tu cuerpo es hermoso. -murmuró él.
Su voz estaba llena de deseo. Los vítores de la multitud desaparecieron mientras él centraba toda su atención en ella.
Una ligera tonalidad rosada teñía las mejillas de Marta a medida que separaba un poquito más los muslos, facilitándole el acceso. Cuando se humedeció los labios, a él se le llenó la boca de saliva. Joder, ¿esa mujer no sabía lo irresistibles que eran sus labios? En esos momentos, Tony hubiera querido poder asaltar esa dulce boca.
-Gracias. -Había cierto temblor en su voz.
Mientras los dedos de él se movían por la suave carne de sus muslos, ella respiró hondo, lo que despertó en Tony un deseo crudo, primitivo.
-Verás, Marta, si entierro mi miembro en tu sexo, estoy condenado a tener una erección prolongada y orgasmos múltiples, sin necesidad de ninguna droga si he de serte sincero. -Dijo, dejándole ver lo que sentía exactamente por ella.
-Oh… -Murmuró ella, nerviosa. Se mordió el labio y su rubor se tornó aún más oscuro. Él observó cómo la garganta de ella luchaba por tragar.
Aunque casi estaban envueltos de oscuridad, Tony hubiera querido más intimidad. Le bajó el vestido hasta media pierna, para evitar que el público pudiera ver lo que iba a hacer. Subió las manos aún más arriba hasta que estuvieron a sólo unos milímetros del calor de su deseo. Se preguntó cómo reaccionaría si acariciara su entrada cubierta de seda. Se preguntó qué tipo de sonidos haría si estuvieran a solas y él la lamiera. ¿Ronronearía? ¿Gemiría? Acarició su carne mientras jugaba con la ancha tira de sus medias. La mirada de Marta le dijo todo lo que deseaba saber. Sus manos la excitaban, lo que le complació enormemente. Mantuvo oculta una sonrisa satisfecha. Tony nunca había querido que una mujer lo deseara tanto como quería que Marta lo hiciera esa noche. Había experimentado un fuerte deseo en el pasado con otras mujeres, pero nunca tan potente.
-Tony… -Susurró ella, dejando escapar un suspiro mientras los dedos de él continuaban acariciando suavemente sus muslos.
El hipnótico tono de su voz lo atrapó. Cuando encontró su mirada, saltaron chispas entre ellos.
-¿Sí? -Preguntó.
Verla removerse en su asiento lo llenaba de visiones eróticas protagonizadas por su sexy cuerpo moviéndose debajo de él. No había nada que quisiera más que sentirla estremecerse y gemir debajo de él.
Ella pasó lentamente la lengua por el labio inferior, y asintiendo con la cabeza, señaló la mano que subía la liga por su muslo.
-Me haces cosquillas. -Murmuró.
-Entonces supongo que lo estoy haciendo bien.
-Algo me dice que siempre lo haces bien. -Le susurró casi junto a su boca.
Tony sonrió abiertamente y su voz se hizo más grave.
-No he tenido ninguna queja, todavía.
Marta se atrapó el labio inferior entre los blancos dientes y bajó la voz.
-¿Estamos hablando aún de poner una liga?
-Ni por asomo -Dijo Tony con una perversa sonrisa.
-Juega limpio Tony.
Tony se apartó el pelo de la frente riendo.
-Siempre juego limpio. Duro, pero limpio. -Con un dedo le hizo señas a Marta para que se le acercara.
Subiéndose el vestido y revelando sus esbeltas piernas, ella se bajó del taburete y le devolvió la mirada sin estremecerse. Los ojos de él dejaron su rostro y lentamente recorrieron todo su cuerpo. El calor se elevó en él a medida que se imaginaba subiéndole la liga por las piernas hasta los muslos. Mostrando seguridad, Marta se acercó y aceptó la silla colocada en el centro de la pista de baile. Su aroma floral se esparció en el aire a su alrededor, y Tony se sintió ligeramente mareado. Una música erótica empezó a sonar de fondo mientras la multitud vitoreaba. Ignorando la música y a la audiencia, Tony se dejó caer de rodillas, insinuándose entre las piernas de ella, y agarró el dobladillo de su vestido. El cuerpo de Marta casi vibraba. Él se acercó más. Su boca apenas a unos pocos centímetros de la oreja de ella.
Dime algo, Marta, ¿quieres que te toque? -Le subió aún más el vestido hasta dejar a la vista la suave curva de los muslos. Las aletas de su nariz se dilataron mientras la acariciaba con los ojos.
-Yo… -Se atragantó.
Tony casi podía oír la mente de ella a mil por hora. Sus dudas sólo duraron segundos, algo en su expresión cambió. Él centró la atención en sus pechos mientras ella se enderezaba y tomaba aire. Apartó un mechón rebelde de pelo y lo miró fijamente. Aunque no había ninguna muestra de incertidumbre en la expresión de ella, él pudo ver algo en sus ojos segundos antes de que Marta lo ocultara. Tony sabía que deseaba explorar aguas desconocidas y experimentar con ese otro aspecto de sí misma, y quería ayudarla a hacerlo, pero también él estaba nervioso. Un sentimiento de ternura lo llenó cuando sus instintos de protección se despertaron. La miró a los ojos, tratando de decirle que estaba en buenas manos, que él no era como los otros, que él no iba a hacerle daño.
-Sí, quiero que me toques.
Un primitivo gruñido de masculinidad resonó en la garganta de Tony.
-Bien. Porque quiero tocarte.
Ignorando a la multitud que los rodeaba, le quitó el zapato y le deslizó la liga por la media de seda. Con delicadeza, la mano de Tony empezó un viaje perezoso por su pierna. Marta reaccionó de inmediato ante esa caricia tan íntima y su respiración se aceleró. Su cálida y hambrienta carne empezó a temblar cuando parte de su autocontrol se desvaneció.
-Mmmm… Tienes unas bonitas piernas Marta, en sí todo tu cuerpo es hermoso. -murmuró él.
Su voz estaba llena de deseo. Los vítores de la multitud desaparecieron mientras él centraba toda su atención en ella.
Una ligera tonalidad rosada teñía las mejillas de Marta a medida que separaba un poquito más los muslos, facilitándole el acceso. Cuando se humedeció los labios, a él se le llenó la boca de saliva. Joder, ¿esa mujer no sabía lo irresistibles que eran sus labios? En esos momentos, Tony hubiera querido poder asaltar esa dulce boca.
-Gracias. -Había cierto temblor en su voz.
Mientras los dedos de él se movían por la suave carne de sus muslos, ella respiró hondo, lo que despertó en Tony un deseo crudo, primitivo.
-Verás, Marta, si entierro mi miembro en tu sexo, estoy condenado a tener una erección prolongada y orgasmos múltiples, sin necesidad de ninguna droga si he de serte sincero. -Dijo, dejándole ver lo que sentía exactamente por ella.
-Oh… -Murmuró ella, nerviosa. Se mordió el labio y su rubor se tornó aún más oscuro. Él observó cómo la garganta de ella luchaba por tragar.
Aunque casi estaban envueltos de oscuridad, Tony hubiera querido más intimidad. Le bajó el vestido hasta media pierna, para evitar que el público pudiera ver lo que iba a hacer. Subió las manos aún más arriba hasta que estuvieron a sólo unos milímetros del calor de su deseo. Se preguntó cómo reaccionaría si acariciara su entrada cubierta de seda. Se preguntó qué tipo de sonidos haría si estuvieran a solas y él la lamiera. ¿Ronronearía? ¿Gemiría? Acarició su carne mientras jugaba con la ancha tira de sus medias. La mirada de Marta le dijo todo lo que deseaba saber. Sus manos la excitaban, lo que le complació enormemente. Mantuvo oculta una sonrisa satisfecha. Tony nunca había querido que una mujer lo deseara tanto como quería que Marta lo hiciera esa noche. Había experimentado un fuerte deseo en el pasado con otras mujeres, pero nunca tan potente.
-Tony… -Susurró ella, dejando escapar un suspiro mientras los dedos de él continuaban acariciando suavemente sus muslos.
El hipnótico tono de su voz lo atrapó. Cuando encontró su mirada, saltaron chispas entre ellos.
-¿Sí? -Preguntó.
Verla removerse en su asiento lo llenaba de visiones eróticas protagonizadas por su sexy cuerpo moviéndose debajo de él. No había nada que quisiera más que sentirla estremecerse y gemir debajo de él.
Ella pasó lentamente la lengua por el labio inferior, y asintiendo con la cabeza, señaló la mano que subía la liga por su muslo.
-Me haces cosquillas. -Murmuró.
-Entonces supongo que lo estoy haciendo bien.
-Algo me dice que siempre lo haces bien. -Le susurró casi junto a su boca.
Tony sonrió abiertamente y su voz se hizo más grave.
-No he tenido ninguna queja, todavía.
Marta se atrapó el labio inferior entre los blancos dientes y bajó la voz.
-¿Estamos hablando aún de poner una liga?
-Ni por asomo -Dijo Tony con una perversa sonrisa.
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