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En el vagón.

Me faltaban unas dos estaciones para llegar a mi destino. Miré por la ventanilla y me aburría ya que me quedé sin batería en el IPod me fijé en los pocos viajantes que habían pues serían más de la una de la madrugada y allí estaba él, era algo imposible y lo mejor de todo era que desde donde yo estaba sentada él no podía verme. Era Jack, iba a mi facultad pero era mayor que yo, él tendría cerca de unos veinticinco mientras que yo contaba con tan solo veintidós para colmo de males era uno de los chicos más perseguidos de mi universidad, no me solía fijar en los chicos morenos pero Jack era la excepción a toda regla. Era bastante alto seguramente el metro noventa, de musculación atlética pues jugaba en el equipo de balonmano además de la natación porque yo también estaba apuntada y alguna que otra vez hemos coincidido pero él seguramente no se habrá dado ni cuenta y para puntualizar lo guapo que era tenía una de esas sonrisas de quitar el hipo y unos ojos verdes esmeraldas preciosos. Y así, pensando todo esto mentalmente fui perdiendo el hilo de mis pensamientos, entre situaciones, conversaciones…. Hasta que caí en un profundo sueño.

- ¡Próxima estación!

Él se acerca, se sienta enfrente de mí y comienza a hablarme como si nos conociésemos de toda la vida. Primero hablamos de música, películas y de la Universidad hasta que con su profunda voz, me decía apenas en un susurro las miles de veces que me había visto tomar el mismo tren que él al salir del trabajo y que me había visto en el local en el que trabajaba pues el suyo estaba enfrente también me susurró que estaba preciosa con el bañador de natación y sin más, me daba un apasionado beso y poco a poco nos fuimos fundiendo el uno en el otro. ¡Qué tontería! Sin embargo, sentí un agujero negro en mi pecho al comprender la realidad. Una cosa así pasa sólo en las películas y en los libros.
Seguí con los ojos cerrados, a la espera de que él se bajara y así poder respirar tranquila. Llegamos a la quinta estación, y yo seguía absorta en mis pensamientos cuando alguien me habló de repente.

- Hola.

¿Y esa voz? ¿Quién me estaría hablando? Abrí los ojos sobresaltada y allí estaba Jack, sentado frente a mí, sonriéndome. Creo que percibió mi cara de espanto, porque disimuló una risita.

- Hola. Le dije sin más, no iba a darle el gusto por muy      “bueno” que estuviese de ser como todas.

- Eres Nadia ¿verdad? Creo haberte visto muchas veces por la facultad y en otros sitios. En mi vida había escuchado una voz tan seductora. Tan sólo con su voz despertó mi bajo vientre, mis muslos se apretaron rápidamente en reacción a una sensación extraña en mi entrepierna.

- Sí, vamos juntos a la misma facultad, y hemos coincidido en natación. Le respondí rápidamente sin darme cuenta de que dejé de respirar.

- Nadia, tienes un bonito nombre. Respondió, como acariciándolo con la boca.

En respuesta a su comentario, los músculos de mi vientre se apretaron aún más, y algo húmedo se situó en mis bragas. ¡Dios! Su voz me ha excitado completamente, no quiero ni siquiera imaginar lo que sería capaz de hacer con una caricia, con esos labios tan delineados, con su… ¡Basta! Me paré en seco al ver la dirección de mis pensamientos. No he dicho nada en varios segundos y  sólo me observa impasible, a la espera de que diga algo, creo.

¿Qué es esto? Una sensación extraña llena el espacio entre nosotros. Una electricidad recorre mi cuerpo calentándome aún más, haciendo que mis pezones se endurezcan, que mi entrepierna se cierre, que un sudor frío baje por mi columna y que mi respiración se vuelva entrecortada.

- ¿Lo sientes verdad? Pregunta al fin, serio.


¿Sentir qué? Por favor que no se haya dado cuenta de mis pezones erguidos debajo de la camiseta, mierda, mierda, seguro que sí se ha dado cuenta.


- ¿Sentir qué? Yo no noto nada ¿y tú? Le respondo en voz alta.

- La corriente que hay entre nosotros dos. Me sonríe pero sus ojos se han vuelto de un verde intenso, casi negro. 
¿La corriente? ¡La corriente! Sí, él también la siente. No puedo creerlo. El poder que él tiene sobre mí, yo lo tengo sobre él. Eso, sin lugar a dudas, me excita aún más.

Él, inclinándose hacia mí, me mira por un segundo y me da un beso. Si es que a eso se le puede llamar beso. Con la mano suelta, me agarró por la nuca y me atrajo hacia él con más fuerza. Tan anonadada como estaba, no supe reaccionar de inmediato. Al ver que no respondía Jack, tiró de mi pelo, obligándome a abrir mi boca en un gemido, e introdujo su lengua en mi boca. Me cerní sobre él, entrelazando mis brazos en su cuello, pegándome como pude a él, sin separar nuestras bocas.

- ¡Próxima estación! Exclamó la voz del conductor.


El metro se detuvo por completo. Aproveché ese tiempo para acompasar mi respiración, y tratar de que mi corazón desbocado se tranquilizara un poco. Cuando volví a mirarlo, Jack miraba hacia fuera, por la ventanilla. Seguí su mirada y pude ver a un chico algo más pequeño que nosotros que iba a subir a nuestro vagón, pero se detuvo en seco al ver a Jack, el chico se intimidó y corrió al otro vagón. Absolutamente nadie entró al nuestro, seguimos solos, bien, esto es perfecto, solos él y yo. Me va a follar, lo sé. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. ¿Quiero que me folle? ¿Aquí? ¡SÍ! De repente las puertas se cerraron. Se volvió a mí con la mirada llena de deseo. Antes de que pudiera darme cuenta de lo que hacía, mi cuerpo sin mi consentimiento se sentó a horcajadas sobre él, tomándolo por sorpresa y hundí mi lengua en su boca. Reaccionando, rodeó mi cintura con sus brazos y me apretó a su pecho. Mis manos se fueron instintivamente a su cabello. Siempre quise tocarlo y era tal cual lo imaginé: sedoso y fino. Una de sus manos bajó y comenzó a recorrer mi pierna, con extrema calma. Sus yemas suaves y cálidas fueron por mi tobillo, subiendo por mi pantorrilla, adentrándose por el interior de mis muslos. Con tranquilidad, acarició una y otra vez la parte interna de mis muslos, acercándose  despacio a mi vagina. En un vago intento, mi cadera se movió por encima de la suya, llegando a rozar su  ya visible erección bajo sus pantalones. Él soltó un gruñido, y mi vagina agradeció el contacto humedeciéndose aún más. Deteniéndose justo a un lado de mis bragas, uno de sus dedos acarició la periferia de mi intimidad, haciendo que mi cuerpo diera un respingo de ansiedad. Sin saber qué hacer, bajé mi mano derecha lentamente por su cuello, por su clavícula, sus pectorales y con calma, por su estómago.

Mi dedo índice llegó a su ombligo y se detuvo en el momento justo en que el apartó su rostro del mío y mordió el lóbulo de mi oreja. Jack  soltó un apenas audible gemido. Mi excitación se acrecentó al oír su respuesta, atraje su cara con mi mano izquierda y le mordí el labio inferior con fuerza. Volvió a gemir, entonces mi mano voló a su cremallera, para poder acariciarle.

- Maldita sea. Gruñó junto a mi boca, y con sus dedos, por encima de mis bragas, apretó la carne superior en mi vagina, lo que me provocó un placer intenso, que hizo que cerrase los ojos.

- ¡Próxima estación! 


Me senté nuevamente al frente, tratando de arreglarme los vaqueros que ahora llevaba casi por las rodillas. Él se rió al ver mi expresión y sin dejar de mirarme a los ojos desabrochó lentamente el botón superior de sus pantalones. ¿Qué está haciendo, está loco o que le pasa? Miré a mí alrededor. El vagón se detuvo bruscamente y las puertas se abrieron. Tragué saliva y vi en sus ojos el deseo  y tuve que ahogar un suspiro al ver su gran pene erecto, tratando de escapar por encima de su boxer. Miré a mi izquierda, nadie. Nadie entraba a nuestro vagón. ¿Qué sigue ahora? Mi mente estaba aterrada, porque no sabía que haría a continuación pero estaba segura de que no tardaría en averiguarlo.

El metro partió, y en su arranque, logró que me inclinara un poco hacia delante. Volví a mirarlo y en sus labios se dibuja una media sonrisa entre malévola y pícara. Me entró el pánico y ya no podía más, tenía que acabar con este jueguecito.

- En la próxima estación te bajas Jack, no quiero seguir con este jueguecito, yo no soy como ninguna de las chicas con las que hayas estado no me van esta clase de juegos. Es simple o todo conmigo o nada sin mí. Le dije mirándolo fijamente a los ojos.

- Me importa una mierda, Nadia te deseo desde la primera vez que te vi en natación, eres la única persona que conozco que hace sexy un bañador olímpico. Respondió secamente, ensanchando su sonrisa al completo.

No sé como pero estaba de rodillas ante él, con dedos temblorosos y ansiosos, fui retirando levemente su ropa interior. Ni siquiera quise mirarlo a los ojos, me sentí avergonzada y antes de que pudiera echarme para atrás, su pene se alzó ante mis ojos era inmenso… Era duro, y bastante blando por la piel. Jack soltó un bufido entre dientes y dejó escapar un gemido ahogado. Alcé mi rostro para poder verlo y tenía la cabeza echada hacia atrás, estaba con los ojos cerrados. Volví mis ojos a su pene y seguí con mi trabajo. Arriba, abajo, movimiento circular…
Divisé un  poco de líquido seminal. Vacilante me acerqué a sus caderas y puse ambas manos a cada lado y  sin pensármelo dos veces me lo metí en la boca. Jamás creí que el sexo oral fuera tan placentero. Su pene era tan cálido. Mi lengua jugueteó con su glande unos instantes, recibiendo el poco semen que este daba. Bajé por su falo con delicadeza, hasta el fondo y Jack, en un movimiento instintivo, movió sus caderas hacia mí, haciendo que entrara por completo en mi boca. Me sentí llena. Quise morderlo como a un caramelo. Comencé a ascender y con cautela, hice que mis dientes rozaran su pene. Jack soltó otro gruñido esta vez algo más fuerte.

- ¡Mierda! ¡Joder Nadia, no puedo más! Dijo Jack con una voz más profunda que la suya.

- ¡Para, para! No quiero correrme en tu boca. Acto seguido, me agarró de los brazos y me sentó a su lado. Y sin pensárselo introdujo su mano en mi sexo.

- ¡Ah! Gemí en respuesta.

- Estás tan lista  para mí querida Nadia.
Haciendo a un lado mis bragas introdujo un dedo en mi interior de golpe. Una extraña sensación de saciedad me invadió, un calor profundo se situó en mí y no pude evitar soltar un gemido.

- Nadia, Nadia, chica mala, estás tan mojada… No sabes las ganas que tengo de follarte ahora mismo.
Volvió a introducir su dedo lentamente y antes de que me diese tiempo de pensar añadió otro dedo y con su pulgar acarició mi clítoris expuesto y en carne viva. Recibí cada caricia, aumentada en una cien por ciento en ramalazos de placer. Volví a gemir y besó mi cuello, subió por mi mandíbula hasta llegar a la comisura de mi boca. Volvió a introducir su dedo, ahora con más fuerza y antes de que gimiera de nuevo. Gemí de nuevo en su boca y mis caderas se agitaron primitivamente hacia sus dedos. Sin previo aviso se introdujo en mi interior de una sola y fuerte embestida que hizo que se me moviesen todas las entrañas, era muy grande y me estaba saciando por completo. Con cada dura embestida mi cuerpo deseaba cada vez más y más de él.

- ¡Vamos, dámelo Nadia!  Abrí levemente los ojos y pude ver la repentina luz de los andenes. Volví a cerrarlos. Me volvió a apretar el clítoris, bajé y con una última estocada, Jack volvió a penetrarme dos veces más, mordió mi cuello y con un gruñido se corrió dentro de mí. Un líquido cálido me llenó nuevamente. Ambos agitados, nos quedamos así, esperando a que la agitación se calmara. Sonó un pitido y las puertas se abrieron.

- Oye, oye despierta, ¡chicaaa! Sentí como me tocaban el hombro con sutileza.

Abrí los ojos a regañadientes y el conductor del metro me miraba asombrado pero con esa mirada de padre preocupado.

- Este es el final del recorrido, debes bajarte aquí, sé que ha sido un día duro de trabajo pero puedes coger un taxi ya que tu parada la pasamos hace más de media hora Nadia.
Me erguí sobresaltada, mirando a mí alrededor. No había nadie, exceptuando a Marcos el conductor. Bajé la mirada rápidamente a mi ropa y todo estaba intacto. Lo único extraño era la sensación de humedad en mi entrepierna. Sí,  estaba húmeda y excitada.

- Lo siento Marcos, me he quedado dormida, hoy sí que ha sido duro el trabajo, nos vemos mañana. Le dije a Marcos quien me miraba extrañado. Me levanté rápidamente, sin mirarlo a los ojos y salí del vagón roja de la vergüenza.











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