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Mostrando entradas de marzo, 2014

Sexo como buen ejercicio.

Desde la primera vez que vine a este gimnasio y lo vi supe que ese hombre tenía que ser solamente mío. Terminó de hacer ejercicio dos horas después y como siempre pasó por mi lado y me saludó con una sonrisa perfecta, se dirigió hacia los vestuarios y un impulso repentino hizo que lo siguiese aquel día. Entré al vestuario masculino pues sabía que a estas horas de la noche no habría nadie en el gimnasio salvo él, el dueño y yo. Se desnudó poco a poco y entró en la ducha no pude más y mis piernas me llevaron a encontrarme con él. Entré, me desnudé y me acerqué a él muy lentamente, entonces mis brazos lo rodearon desde atrás por la cintura. Él para mi asombro no se inmutó y siguió enjabonándose, de repente quería irme de allí pues me sentía como una completa estúpida, pero de pronto él se giró y me agarró los pechos con sus manos y al tiempo que los frotaba muy dulcemente me retorcía los pezones ya erectos. Me dejé llevar por el placer que sus manos me proporcionaban. Quería más, y yo lo

Affaire.

Te alzo sobre mí. Haciendo que te sientes sobre mis piernas. Todavía tienes mi sexo entre las manos ¿lo recuerdas? ahora bastante más húmeda que hace unos momentos y la diriges hacia tu interior. Noto toda tu humedad en cuanto mi punta toca tus labios y loco de deseo te levanto cogiéndote por las nalgas, penetrándote al momento. Te sujeto mientras te la meto.  Tus piernas me rodean, aferrándose a mi cintura. Camino hacia delante, de manera impetuosa, mientras te penetro, sin sacártela. Notas como tu espalda choca contra la pared y te mantienes allí apoyada, mis labios y mi lengua juegan por tu cuello, por tu nuca. Nos besamos apasionadamente, locamente. Nos fundidos en un abrazo, mis brazos por tu cintura y los tuyos por mi cuello. Tus muslos rodeando mi cintura atrayéndome hacia ti. Sigo moviendo mis caderas de manera impetuosa, empiezas a notar como todo tu cuerpo se retuerce y tiembla de placer. Tus manos se aferran a mi espalda, arañándome. Gritas de placer, ya no se puede co

Fantasy.

Giro tus hombros para que te des media vuelta y quedes frente a mí. Nos miramos y veo el deseo en tus ojos, nos besamos con pasión. Mientras, te desabrocho el cierre del sujetador, te lo quito y noto tus pechos en mi pecho. Siento como tus pezones se me clavan en mi piel. Me estas desabrochando los botones de la camisa, me la quitas y acaricias mi pecho. Volvemos a separarnos un poco para contemplarnos mejor. Observo como poco a poco te vas deshaciendo de toda tu ropa. Mis manos están en tus pechos pues no puedo soportar más la tortura de no poder acariciarlos, empiezo con tus pezones, los aprieto mientras ahogas un gemido.  Tus dedos se aferran a mi cinturón y sigues con los botones de mi pantalón. Me levanto un poco para que puedas quitármelos. Estoy con los muslos abiertos y mi miembro te apunta como si te fuera a disparar en cualquier momento. Me susurras que lo quieres para ti. Y yo te digo que es todo tuyo. Necesitas sentirlo y lo coges con tus dos pequeñas manos. Notas como lat

Por dos puntos.

Llegó al despacho del departamento del profesor Rick Paton, erudito de Oxford con varios doctorados a su espalda. Lena tocó la puerta y una voz masculina y profunda, conocida por ella gracias a las interminables horas en sus clases, la invitó a entrar. Allí estaba el profesor Paton. Un hombre de mediana edad, de tez blanca, perilla oscura al igual que su pelo, y unos ojos tan verdes como la esmeralda. Su traje de profesor era muy típico inglés, con unos pantalones de raya diplomática de color marrón claro, una camisa de cuadros con un jersey verde oscuro y la chaqueta marrón con las típicas coderas. - ¿Señorita Thomas, que le trae a estas horas a mi despacho? Preguntó el profesor levantando la vista de unos papeles y quitándose las gafas. - Vengo a revisar mi examen, profesor Paton. Dijo Lena. - ¿Su examen? Creo recordar que aprobó, no entiendo por qué quiere revisarlo, además de que estoy algo ocupado. Añadió el profesor con gesto lánguido volviendo a sus papeles.