Ir al contenido principal

Holidays 2.

-Aquí la pregunta la he hecho yo primero, ¿Qué cojones haces aquí Ismael? ¿Acaso me has seguido? -Decía intentando controlar mi creciente ira.

-¿Seguirte? Ja, ni que fueras tan importante como para ir detrás de ti Carla. A ver si maduras ya, los príncipes azules con brillante armadura y caballo blanco no van detrás de princesas, ni matan dragones por ellas, querida. -Me respondió, intentando mirar bajo el agua, será guarro el tío este.

-¿Príncipes? Bueno, creo que ahora se os llama sapos. Yo os llamaría caracoles, sois babosos y arrastrados, solo vais detrás de una mujer para tirárosla y poco más, si te he visto no me acuerdo. Porque los de verdad, están casados, novios, en los libros o son de la acera de enfrente. Ahora si me disculpas tengo que irme, acabas de joderme el baño. -Dije pasando por su lado.

-Bonito discurso amor. Pero tú de aquí no te mueves hasta que me expliques que demonios haces en la montaña, yo estoy en esa casa que ves ahí, la construí el verano pasado y he venido para encontrar tranquilidad no problemas. -Esto último lo decía mirándome desafiante.

-A mí no me llames amor ni cosas de esas que te cruzo la cara de un guantazo ¿me oyes? Estoy precisamente en la casa de al lado, es de mi prima, como no viene ya desde que se marchó a Estados Unidos, le he pedido que me la deje para estas vacaciones. Además, no tengo porque darte explicaciones, no eres nadie ya en mi  vida Ismael, espero no cruzarme contigo más de lo necesario. Adiós. -Le dije recogiendo mis cosas a toda prisa.


-Nos veremos más de lo que piensas Carla, eso tenlo por seguro. -Maldita sea, nunca imaginé tenerla de nuevo frente a mí, mejor dicho a mi lado. Ahora nos tocaba compartir el lago estas dos semanas, se me hará duro el no poder tocarla como antaño, porque fui un gilipollas pero pienso intentar todo lo posible para que acabe en mi cama de nuevo.



Como te digo Cintia, está aquí joder, vale, ya, ya perdona, no diré palabrotas. Sí, el tío que me jodió la vida, resulta que la cabaña de al lado es suya y va a quedarse el resto del verano. ¿Qué? ¿Cómo voy a jugar a su juego? Te recuerdo que me enamoré de él y me jodió la existencia Cintia. Te entiendo, pero yo… ¡Que sí leche! Voy a jugar con él como hizo conmigo, al menos así tendré algo de distracción estas dos semanas, te iré contando cómo va avanzando la cosa, yo también te quiero, saludos a los pequeños y a Shane, hasta pronto. Está bien, si tengo que aguantar dos semanas con el subnormal profundo de Ismael lo haría, si quería jugar, jugaría, pero esta vez no voy a ser yo la perdedora. Bien, llevaba una semana intentando ignorarlo por completo y hasta ahora había tenido éxito, a donde yo iba él iba cuatro pasos por detrás, cuando iba al lago él ya estaba allí… Era algo verdaderamente insoportable, pero a duras penas pasando por alto sus insinuaciones constantes he podido mantenerme al margen, me he dado cuenta de que todavía lo quiero, y no me apetece volver a salir jodida de lo que pueda pasar aquí. Pero hoy, hoy sería el día, quedaban apenas cuatro días para volver a la ciudad y la rutina. Me había dicho así en toda mi cara que no me utilizó, simplemente que se divertía conmigo como con cualquier otra mujer, y dado que éramos de la competencia le había venido como anillo al dedo para algunos asuntos. Pues bien, hoy iba a comenzar a poner las cartas sobre la mesa para intentar joderle vivo, como él hizo conmigo. Había hablado con mi prima Cintia y habíamos creado un plan perfecto para tíos tan cabrones como Ismael, son ese tipo de hombres que se piensan que pueden usar y tirar a todas las mujeres a su placer y las cosas no son así.  


Ismael caminó al lado de Carla intentando seguirle el ritmo, la jodida tía caminaba como alma que lleva al demonio, al final la cogió del brazo y le pidió que se sentasen en una zona del lago donde no se veía nada. Estuvieron conversando bastante tiempo, al principio Carla estaba retraída a hablarle con educación, pero no pudo evitar acordarse de todo lo que habían pasado juntos y se dejó llevar. Juntos, contemplaron la luna. Era algo tarde, y Carla empezaba a tener algo de frío, por lo que intentó levantarse pero le dio una patada a la entrepierna de Ismael sin darse cuenta.


-¡Joder Carla! Que pedazo de ostión me has dado… ¡Lo haces adrede! ¿Se puede saber qué te ha hecho?


-¿Quién? -Preguntó ella.


-Este amiguito que tengo aquí debajo, me gustaría mucho saber qué te ha hecho, porque el pobre te quiere mucho por si no lo sabías.


-Uhm… pues a ver, inconscientemente me encantaría ponerle las manos encima, pero, al no poder hacerlo, me limito a darle de pasada cuando tengo ocasión de hacerlo. -Le respondió Carla sonriendo.



Ismael se la quedó mirando anonadado, mientras ella le ofrecía su sonrisa, girándose de perfil. No daba crédito a como Carla había cambiado. Por lo que decidió seguirle el juego.


-Pues mira, tanto él como yo estaríamos encantados de que le pusieras las manos, o cualquier otra cosa, encima. -Respondió él, igualmente.

-¿Cualquier otra cosa, dices? Precisamente llevo un spray de pimienta en el bolso, ¿eso también puedo echártelo por encima? -Preguntó ella, riéndose ya a carcajada limpia.


Agosto acababa de terminar y las noches ya no eran tan cálidas como antes. Además, durante la semana, solamente habían comido juntos, paseado, habían ido al lago y demás. Carla le agarró del brazo y tiró de él con una fuerza sorprendente, que él había aprendido a reconocer los días anteriores, durante todas aquellas veces que se habían peleado, revolcándose en el suelo o tirándose entre los sofás. 


Ismael, no opuso resistencia, corrió con ella hasta que se lanzaron pesadamente sobre el suelo al lado del embarcadero, Carla se lanzó encima, empezando a desnudarse con frenesí, bajo la mirada estupefacta de Ismael.


-¿Qué haces, me echas una mano o vas a seguir mirando como un pazguato? -Preguntó ella, ansiosa.

-¿No podría hacer las dos cosas? ¿Ayudarte y mirarte al mismo tiempo? -Respondió él, embrujado.

-¿Con que todavía tienes ganas de bromas, eh? ¡Pues a ver si te quedan después de que te dé un buen repaso chaval! -Replicó ella deshaciéndose de sus vaqueros.


Aquel comentario sonó extraño ante los oídos de Ismael, pues no recordaba a una Carla tan atrevida como la que tenía ante sus ojos. Sin darse cuenta, casi se había desnudado por completo. Mientras tanto, ella se había quedado en ropa interior. Saber que pronto caería esa última barrera de protección de lo que les quedaba de ropa, hizo que se hinchase  aún más su miembro, que desde hacía rato latía enardecido entre sus calzoncillos.


Carla se detuvo de golpe. Acababa de darse cuenta de que todavía no había besado a Ismael y, casi como si fuese un ritual necesario o un entrante que devorar a toda prisa antes de llegar al plato principal, llevó su boca a la de él, imponiendo la presencia de su lengua. Por último, Carla, tan excitada como él, puso fin a aquello desabrochándose el sujetador y quitándose sin ningún pudor las bragas. El pene de él asomaba por sus calzoncillos, esperando que lo sacaran por fin de su jaula, miró cuidadosamente a su alrededor.


-¿Vas a quedarte ahí de centinela mucho más tiempo chato? Sabes perfectamente que aquí solo estamos nosotros dos Isma, no hay nadie más y esto no es ninguna película de terror en donde una pareja está sola en la noche y los atacan por la espalda a traición. –Le dijo Carla impaciente.

-No estaba mirando por eso, juraría que había oído algo pero ya que te pones tan gallita, vas a enterarte de quién soy yo Carla. –Respondió Ismael al tiempo que se quitaba los bóxers.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Farah 2.

Farah se movió hacia mi pecho y rodeó con la lengua cada uno de mis duros pezones mientras retocaba con las manos los músculos del otro lado. Entonces movió las manos lentamente por mis hombros, y dejó que la camisa se me deslizara por los brazos hasta terminar cayendo al suelo. Escalofríos me recorrieron la espina dorsal cuando noté sus uñas clavadas en mis abdominales hasta llegar a la cintura de mis vaqueros. Tiró de ellos, obligándome a acercarme más a ella, y luego sentí su mano acariciarme a través de la tela con la justa presión. -Farah… Fue todo lo que pude decir mientras intentaba desesperadamente no perder el control antes de haberle hecho el amor. Ella se quitó los zapatos a patadas y yo llevé las manos hasta el dobladillo de su vestido. Mi dedo pulgar acarició la piel desnuda de sus muslos color canela, pero ni de lejos aquello fue suficiente. Así que le levanté el vestido por encima de la cabeza para que se uniera a mi camisa en el suelo. Estaba impresionante con ese su

Completely yours.

-Nunca he hecho esto antes… -respondí un poco asustada. -No, ya lo sé Trisa. Así que si te hago daño o te molesta o no te gusta, necesito que me lo digas. ¿Vale? Para parar en el acto. -me dijo Ceran intentando tranquilizarme. Sentí cómo poco a poco ejercía más presión conforme fue moviéndose hacia dentro. Y luego, con un movimiento rápido, me penetró. Ahogué un grito ante la sensación, me tensé, contuve la respiración y las lágrimas se me acumularon en los ojos sin darme cuenta, quería que saliese de mi interior pero, me quedé quieta y cerré los ojos, dispuesta a no moverme ante tal sensación. -Respira, Trisa. Joder, tienes que respirar, que si no te vas a morir, mujer. ¿Te hago daño? ¿Quieres que lo dejemos?  La voz dubitativa de Ceran me hizo relajarme, mientras sus manos me acariciaban el cuerpo con cariño y depositaba pequeños besos en mi espalda. Tenía razón, una vez que intenté relajarme, el dolor punzante empezó poco a poco a desaparecer.  -Sigue Ceran, puedo con

Confesionario.

- ¿Quieres confesarte hija mía? - Si padre, si puede confesarme ahora mejor. Contesté aunque me parece un poco ridículo llamarle eso a la persona con la que compartí mi primera vez. Le dejé entrar en el confesionario antes de levantarme del banco. No me daba vergüenza llevar un vestido de seda largo y negro con un pequeño escote lo llevaba tan ceñido que parecía una segunda piel y unos tacones de infarto. Así que cuando Saúl abrió la ventanita del confesionario pudo distinguir como la luz del sol de la mañana atravesaba la iglesia y me envolvía resaltando mi esbelta figura. Me demoré unos segundos antes de arrodillarme para darle tiempo a reponerse pues se había quedado embobado mirándome de arriba abajo y comencé. -Ave María purísima. -Sin pecado concebida. -Perdóneme padre porque he pecado. -¿Cuánto tiempo hace que no te confiesas hija mía? Me preguntó Saúl con voz algo ronca. -Siete días padre. Ayúdeme estoy desesperada. Dije conteniendo la risa.