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Como la última vez.

Tomó su miembro en la mano y sin ningún tipo de pudor, comenzó a acariciarse para ella, dejándole observar en detalle lo que podía ofrecerle. Horas y horas de inconfundible placer. Los gruñidos estrangulados de Finn pronto inundaron la habitación, dejándose llevar por el delicioso olor y la respiración agitada de la curiosa mujer. Cerró los ojos e imaginó que tomaba su sexo en su boca una y otra vez, hasta hacerlo culminar y alcanzar el más delicioso éxtasis. Mientras continuaba con la intensa caricia arriba-abajo, arriba-abajo, cada vez más deprisa, cada vez más intensa. 


Podía imaginarlo llevándola ahí, subiendo sobre ella y volviendo a besarla como aquella noche. Tocándola esta vez, lo quería a él maldita fuera. Finn estaba empalmado, su duro miembro erecto, orgulloso, enorme y colosal hizo que se le secara la boca comenzando a sentir su entrepierna húmeda y su respiración agitada. Con ambas manos cubrió su rostro en una caricia sensual bajando hacia sus pechos los cuales torturó larga y detenidamente hasta que notó que Iri estaba totalmente preparada para él, se colocó en su entrada y la penetró de una única embestida. Finn aumentó el ritmo mientras los jadeos y la respiración de Iri, toda ella era una hoguera ardiendo, si ahora mismo la tocasen, seguramente se prenderían fuego. En un impulso, Finn la cogió por la cintura con ambas manos y la sentó en su regazo, a horcajadas y colocándola sobre su dura erección haciendo que gimiesen al mismo tiempo. Pellizcó uno de sus oscuros pezones, dio otro toque a su inflado clítoris al tiempo que introducía y sacaba su dura erección del interior de Iri.


Iri gritó con fuerza y clavó los talones en el colchón. Llevó sus manos a su pelo e inconscientemente acercó su rostro más a ella, tirando de él. Ansiaba sentirlo más y, aunque le avergonzase decirlo, tenerlo frente a frente era algo muy erótico de ver. Sobre todo cuando aquellos oscuros ojos estaban fijos en ella, captando cualquier reacción. Ella tenía las manos sobre su pecho, las de él se encontraban en su cintura, y luego ella se inclinó y él sintió así sus duros pezones. Cuando las caderas de Finn se movieron, algo se rompió dentro de ella. Ella le respondía, cabalgándolo mientras sus grandes manos la apremiaban. Iri deslizó una de sus manos entre sus cuerpos y, tras armarse de valor, deseosa de hacerle sentir lo que ella sentía, acarició sus testículos. Siguió haciéndolo hasta sentir cómo su tamaño aumentaba dentro de ella y, tras levantarse, dejó caer las caderas para que entrase totalmente. Alzándola sobre él, capturó entre sus labios uno de sus duros pezones. Lamió y mordisqueó, llevándola todavía más cerca del borde del clímax. El orgasmo llegó, haciéndola olvidar todos aquellos pensamientos mientras su sexo apretaba con fuerza el pene de Finn haciendo que llegase al clímax segundos después que ella. 



Esto había sido diferente, completamente distinta de la última vez.






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