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Hoy serás mía.

No dejaron de besarse. Al principio con ternura e inocencia. Brian, en un movimiento casi reflejo, comenzó a acariciarle la espalda por todo el borde del camisón, rozando apenas con la yema de los dedos. Alana hasta ese momento no sabía que su espalda era tan sensible, estaba sintiendo cientos de pequeñas y deliciosas descargas eléctricas recorriéndola, sin darse cuenta comenzó a respirar por la boca, en la boca de su chico, y así, sin que ninguno de los dos lo planeara el beso se volvió apasionado y tan incontrolable como un incendio. Ella llevó su cabeza hacia atrás buscando pegarse más a la caricia en su espalda, dejando su cuello ofrecido en ese acto. Él teniendo ese cuello justo en frente, llevó ahí su boca y la besó, recorriendo con la suavidad de sus labios y la humedad de su lengua cada centímetro de piel que encontró descubierta, al tiempo que dejándose llevar por la pasión del momento la atrajo fuertemente hacia él por la cintura, sin dejar de acariciar su espalda. Alana, sintiéndose recorrida tan íntimamente por esos besos y sintiendo la cálida presión de esa hombría contra su vientre, no pudo evitar gemir. Un gemido suave y ahogado que retumbó en la habitación y en la cabeza de Brian. Sus labios volvieron a encontrarse, sus lenguas a buscarse y enroscarse, entre gemidos y jadeos. Los dedos de ella se enredaron en su pelo, mientras las manos de su amado la recorrían firmemente. Alana sin notarlo comenzó a mecerse contra él, y abrió los ojos, que hasta ese momento había mantenido cerrados forzada por la intensidad de las sensaciones que estaba descubriendo, para mirarlo con los ojitos brillantes de deseo.

Se pegó a su cuerpo con amor y deseo, para fundirse a él en un beso hambriento de más sensaciones. Nunca había sentido tantas hormigas recorrer su cuerpo, tanta necesidad de ser acariciada más y más. Y él la acariciaba, sí, no dejaba de recorrer su espalda, brazos, cintura... tímidamente las caderas. Pero allí acababan las caricias. Alana sentía que cada parte sensible de su cuerpo se encontraba absolutamente erizada, podía sentir el magnetismo en cada uno de los vellos de sus brazos, en sus doloridos pezones, en... en un pequeñito vértice que parecía querer estallarle entre las piernas. Y ella quería más, necesitaba más. Con suma suavidad le cogió una de sus manos y, mirándole a los ojos con las mejillas llenas de rubor, la llevó hasta la cima de su pecho, allí la dejó. Él pudo sentir en la palma de su mano la dureza de la excitación de ella. Alana puso su mano sobre la de él y apretó, dejando escapar otro pequeño gemido. No dejó un segundo de mirarla, era la escena más erótica y romántica que Brian jamás soñó. Cerró su mano alrededor de su pecho y acarició, con suavidad al comienzo y con mayor firmeza según lo pedían los vaivenes de su amada.

Deslizó suavemente su mano por dentro del camisón, trazó deliciosos círculos recorriéndola hasta llegar al centro de las sensaciones y así poder aprisionar ese pezón entre sus dedos. Alana le mordió el labio inferior para quedar gimiendo en su boca, mientras el repetía la operación con el otro pecho, hasta que Brian se deshizo de la exquisita presión de esos dientes para comenzar a regarla de suaves y húmedos besos en su mejilla, cuello, clavícula, escote y por fin  perderse en la calidez de esos preciosos senos tan sensibles a sus caricias. Se apartó unos segundos para mirarla, era tan linda, tan… perfecta, no podía creer que fuera suya. 

Fue directamente a besar uno de sus pechos, succionándolo con energía, frotándolo con su lengua y mordiéndolo con cautela. Luego el otro. Alana había perdido completamente el control de su cuerpo, se encontraba totalmente entregada al fragor de las sensaciones que su hombre le estaba regalando. Podía sentir como ardía entre las piernas, como se mojaba sin dejar de palpitar. Y dejándose llevar por ese mar de sensaciones rodeó a Brian con la pierna que tenía encima buscando calmar sus ardores con el roce de sus sexos. Eso fue mucho más de lo que él podía soportar, sintió la imperiosa necesidad de embestirla con fiereza y se acomodó sobre ella dejándola sentir todo el peso y la dureza de su cuerpo sobre ella, sobre toda ella y se comieron a besos, mientras él perdía la cabeza. Todo el momento era muy excitante para ambos. Quería hacerla sentir extasiada de placer antes de conseguir el propio.

La mano volvió a recorrer lentamente el mismo camino por el interior de los muslos de ella. Y esta vez no había nada que entorpeciera el contacto. Apenas con la yema de los dedos recorrió su pubis, poblado de suaves vellos… Alana se mecía contra esa mano suplicando la caricia. Brian deslizó su mano por cada centímetro de esa tibieza hasta llegar a sus labios desbordados de un suave y agradable fluido que permitió que uno de sus dedos resbalara fácilmente al interior, mojado y caliente. Comenzó a recorrer su sexo al ritmo del vaivén al que ella misma se mecía. Encontró su estrecha entrada y frotó sin avanzar  para luego recorrer en sentido inverso hasta dar con ese pequeño botoncito que al apenas tocarlo consiguió que ella se retorciera de placer mordiéndose loslabios. Él la besó con pasión aprovechando así para aprisionarla contra la cama, y comenzó a frotar incansablemente ese delicioso vértice de placer… con suavidad… despacio… sin detenerse… aumentando la intensidad de la caricia... con lentitud... acelerando el ritmo… con frenesí… hasta que la sintió estallar bajo su cuerpo, entre sus dedos. Alana sintió que todo su cuerpo se desarmaba a consecuencia de una explosión que comenzaba en su sexo y se expandía por cada centímetro de su cuerpo, que la obligó a despegar su espalda de la cama y aferrarse a él con toda su fuerza, sin poder contener pequeños gritos que a él le parecieron el sonido más delicioso del mundo. Brian dejó de frotar únicamente cuando ella tomó su mano suplicante de una pausa, llena de suspiros.



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