Ya estamos en otro lugar,
otras caras y lo más importante menos conocidas, entramos en un hotel y pedimos
la llave de una habitación. Mientras subíamos en el ascensor nos besábamos con
una delicadeza y dulzura que jamás olvidaré. Abrimos la puerta y me cogiste en
tus brazos me echaste a la cama y empezamos un juego de caricias y besos, me
quitaste uno a uno los botones de la camisa, besaste mi cara, mis labios, mi
cuello, bajaste por mi vientre, yo luché con el cinturón de tu pantalón, que se
me resistió un poco. Tu nerviosismo y tu impaciencia se aliaron para ponértelo
difícil con mi sujetador pero tus manos expertas lo consiguieron. Empezaste a
jugar con tus labios y tu lengua por todo mi cuerpo, tu humedad me recorría
entera. Mi cuerpo se alzaba para facilitarte la misión,
lamías y succionabas mis pezones hasta dejarlos totalmente erectos y con
cada roce me estremecía poco a poco. Bajaste poco a poco hacia mi monte de Venus, besaste
mis labios vaginales los cuales no tardaron en abrirse, dejaban ver un clítoris
radiante e hinchado por la excitación, tu lengua jugueteó con el hasta el
cansancio. De repente uno de tus dedos se introdujo en mi interior, lo movías
hasta la saciedad con tal habilidad que parecía que se te iba la vida en ello,
mis jugos mojaban tus dedos que cada vez los sentía mas dentro de mi ser, un
estremecimiento recorrió mi cuerpo, tuve un orgasmo increíble. Recuperé un poco
el aliento, me incorporé y empecé besándote el cuello, tus ojos, la oreja, tu
pecho y así recorrí tu cuerpo sintiendo como vibrabas con mi contacto. Llegué
al borde de tu boxer, besé tu miembro por encima de la tela y te los quité, tu miembro
rígido y duro, saltó al encuentro de mis labios, lo besé en el glande humedeciéndolo con el líquido preseminal, lo rodeé con mi mano, acariciaba el
tronco de arriba hacia abajo, lo introducía en mi boca como saboreando el mas
rico de los manjares. Tu estabas apunto de estallar y me pediste que parara, no
querías terminar aún esa explosión de placer que nos embargaba a los dos, me
tumbaste en la cama de nuevo, abriste mis piernas y me diste otra sesión de
sexo oral. Luego te pusiste sobre mi, me penetrabas con sumo cuidado, sabías
que no eras el primero pero aún así me tratabas como si fuese de cristal y en
un momento me fuese a hacer añicos, empezaste a embestir suave dentro de mi, después
yo te di la vuelta, me puse sobre ti, te
cabalgaba tan rítmicamente que no
tardamos en llegar al clímax los dos entre fuertes embestidas. Apoyé mi cabeza
en tu pecho, oía los latidos de tu corazón, era una sensación maravillosa. Así
permanecimos un rato relajados y sudorosos, oyendo el susurro de nuestras
respiraciones, era una melodía descompasada pero la mas bonita que había oído
nunca. Nos dimos un baño juntos, jugando con el agua que resbalaba por nuestros
cuerpos.
Lo necesitábamos, ese nivel de intimidad, antes de la separación. El dulce y suave tacto de sus labios sobre mi piel hizo que se me erizase el vello sentir sus dedos en mi cuerpo quemaba lentamente a medida que intensificaba las caricias. Anhelándolo para que me abriera y se arrastrara dentro de mí. Su aliento era cálido contra mi cuello mientras me arrancaba la ropa interior exponiéndome al húmedo y sofocante aire que nos rodeaba. Fue algo muy primitivo, la forma en que me agarraba y me miraba. Me tensé al instante cuando su mano recorrió mi muslo interno, mi respiración se convirtió en un largo suspiro. Temblaba ante su contacto mientras se guiaba hasta lo más profundo de mí ser, en un instante me había rendido completamente a él, como siempre había hecho, como siempre iba a hacer. En un intenso forcejeo, sin dejar de poseer mi boca, me hizo tambalearme hacia atrás y entonces me reclamó. Mi cuerpo se tensó alrededor del suyo mientras pedía una liberación que pudiese eliminar...
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