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Un baño a la luz de las velas.

Cortinas cerradas, velas, agua tibia, música suave al ritmo de Metallica, Luc y yo frente a frente, sumergidos en el agua mirándonos sin decir una palabra, simplemente escuchando y sintiendo la suave música, dedicándonos cada frase, mirándonos casi con adoración, con la fascinación de quien descubre a cada segundo algo nuevo y maravilloso, de quien se enamora nuevamente de su pareja a medida que el reloj avanza. Estábamos algo separados pegados por las rodillas. Uno de mis pies empezó a juguetear con sus testículos muy suavemente, resbalando los dedos bajo ellos, acariciándolos bajo el agua mientras miraba la expresión contenida de su rostro. Tenía los dientes ligeramente apretados y apenas parecía respirar, ambos concentrados en lo que ocurría bajo el agua y la espuma, en el movimiento de mi pie derecho alrededor de sus testículos. Por lo que lo conocía sabía que ambos sentíamos una especie de angustia deliciosa, miedo, ansiedad, deseo…


Una de sus manos impregnadas de espuma se deslizó por mi brazo, desde el dedo índice hasta el codo. Haciendo que toda mi piel se erizase con la leve caricia de su mano y su contacto visual, por lo que dejé sus testículos para acercarme a él lentamente, nuestras piernas se enredaron y nuestros sexos quedaron frente a frente. Ahora eran sus dos manos las que subían por mis brazos, más fuertemente, no con demasiada brusquedad sino con pasión, desde los codos hasta los hombros, enjabonándome y acariciándome, tomándome luego por el cuello, sus dedos jugaban con mi cuello. Él miraba mi boca entreabierta mientras la suya se hacía agua. En ese instante mis labios húmedos eran para el cómo una fruta exótica y jugosa que se moría por saborear, como el fruto prohibido del Edén.



Lentamente nuestros rostros se acercaron mientras cerrábamos los ojos, entregándonos ciegamente a ese beso que ambos deseábamos desde hacía rato. El deseo hacía que nuestros labios estuvieran completamente hinchados de amor y desesperación, de lujuria, al resbalarse el uno en el otro en besos que se extendían más allá de nuestras bocas, al mentón, nariz, mejillas, cuello y ojos del otro.



Sus manos seguían en mi cuello y en mi rostro acariciándolo. Las mías por su parte tocaban sensualmente su pecho, masajeándolo en forma circular e incluso apretando fuertemente sus tetillas entre mis dedos índice y corazón lo cual al parecer le gustaba pues gemía levemente.



- Siéntate encima de mí amor. -Me dijo con voz ronca al oído.



Me incorporé y el bajó sus piernas cerrándolas un poco para hacerme espacio. Me senté a horcadas encima de él frotando ligeramente mi sexo contra el suyo, fundiéndome en su cuerpo con un delicioso abrazo. Nuestros besos aumentaron su velocidad y las manos de uno apretaron el cuerpo del otro como si soñáramos ser uno solo.



- Oh, Luc joder… – Gemía yo mientras sus labios se hundían en mi cuello.



Era insoportable sentir su miembro crecer bajo mi sexo, sentirla dura junto a mi sexo y no introducirla de inmediato en ella... pero nada como esa ansiedad irresistible que sentíamos en ese momento. Me incorporé más aún para que mi sexo devorara su verga y esta entró fácilmente. Lo tenía a mi merced, envuelto en mis piernas y en mis brazos, apretado contra un rincón de la bañera, tomando el control en ese momento. Sus manos se deslizaron por mi espalda suavemente gracias a la espuma y tomándome por las caderas ayudándome a subir y bajar deslizándome por su sexo. Yo temblaba de la cabeza a los pies como si fuera mi primera vez mientras nuestras lenguas y piernas se enredaban aún más. Nuestras manos corrían resbalándose y yo me movía como loca encima de él, de arriba abajo, en círculos, sin detenerme ni un momento en un movimiento frenético que ni yo misma podía medir. Minutos después me dijo en apenas un susurro que se correría, no podía controlarlo más. Sentí su calor en mi interior y reposé algo cansada inclinando mi cabeza en su hombro mientras nuestra respiración se regulaba me giré para mirarlo a la cara y me estaba sonriendo de aquella forma tan sexy que sólamente él sabía hacer, y eso sumado a la tenue luz de las velas era perfectamente perfecto.



- Te deseo tanto mi amor, no sabes todo lo que te quiero. Me dijo dándome un tierno beso en la columna.



- Y yo a ti Luc, te quiero.














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