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Flirt.

Mis ojos se abrieron de golpe y me volví a tumbar en cuanto su boca caliente cubrió mi sexo. ÉL miró hacia arriba y me agarró rodeándome el cuello, besándome con furia antes de empujarme de nuevo hacia atrás. Sorprendida, me retorcí de un lado a otro, gritando y gruñendo. Iker gimió contra mí mientras deslizaba su lengua arriba y abajo por mi carne, creando gemidos y gritos en mi pecho. Apreté las piernas tan fuerte como pude, sus dedos se clavaron en el interior de mis muslos. No sentía nada excepto su boca sobre mí. Mi cuerpo se convirtió en una extensión de esa pequeña y rosa boca de entre mis piernas. Sin conciencia, sin vergüenza, quería lo que quería y no me importaba demostrarlo. Mi propio cuerpo me había traicionado. Mis músculos se tensaron, todas las sensaciones que recorrían mi cuerpo se concentraron en un punto que lamió. La cabeza me daba vueltas y en un instante cegador pareció que mi cuerpo explotaba. Arqueé la espalda, mordiéndome el labio, retorciéndome contra su cara hasta que el violento espasmo me recorrió hacia él. Me recosté en la cama jadeando, gimiendo quedamente cuando un suave cosquilleo se extendió por todo mi cuerpo. Él descansó su cuerpo sobre el mío. Me besó el cuello y me habló.


-Te dije que te gustaría Lyd. 


-Te odio Iker. -Le dije en voz baja, mirando al techo, distante, saciada y sintiendo un vacío que antes no estaba. 



Me apartó el pelo de la cara y me besó de nuevo. Sus dedos se presionaron contra mi carne húmeda y yo no pude evitar gemir mientras mi cuerpo palpitaba violentamente.



-Pero tu cuerpo no… y eso es lo importante Lydia. -Él sonrió, y yo cerré los ojos, mirando a otro lado.



Cuando mis ojos finalmente volvieron a mirarlo. Iker me miraba con esa extraña expresión en el rostro. Todavía estaba sonriendo, no como antes, ahora me miraba solo con curiosidad, como si de alguna manera supiera que había estado a cientos de kilómetros de distancia. Nos miramos el uno al otro durante unos segundos, aunque nadie podía decir lo que ninguno de los dos estaba pensando en ese momento. Simplemente no podía apartar la mirada. Mi pecho se estremeció con un sollozo que no iba a liberar. Me hacía sentir bien, muy bien. Me frotó sin parar, arrancando los gemidos de mi pecho. Estaba llegando, el hormigueo que conducía a la explosión.


-Abre las piernas -Susurró y su erección palpitante frotando contra el exterior de mi muslo. 


Pensar en ello me hizo gemir más fuerte de lo que nunca lo había hecho. No sabía que me estaba pasando. Sólo sabía que necesitaba abrir las piernas.


-Ábrelas más -Gruñó y yo obedecí.


Temblé descontroladamente mientras el orgasmo me agarraba desde muy adentro. Incliné mis caderas hacia atrás, buscando sus dedos, suplicando sin palabras una caricia más firme. Me dio lo que quería y me aferré a mi orgasmo el mayor tiempo posible. Apenas registré en mi mente cuando se irguió sobre sus rodillas y tomó posición entre mis muslos lascivamente abiertos.


Me doblé contra la intrusión, pero importó muy poco. Presionó hacia dentro despacio, pidiéndome que me relajara antes de salir y entrar otra vez. Parecía que iba a seguir para siempre y todo el tiempo me sentí más concentrada en no avergonzarme que en lo que estaba haciéndome en ese momento. Poco después, ya no dolía más. Aparentemente satisfecho, me sujeto firmemente y noté como algo presionó contra mi entrada. Me quedé congelada. No había ninguna maldita forma de que fuera a meter aquella cosa enorme dentro de mí. Me rebelé. Luché contra lo inevitable.


-Relájate, Liv. Relájate. Inspira profundamente… bien, otra vez. 


Me estaba partiendo por la mitad. Mi universo volcó patas arriba. Me sujetó firmemente mientras se abría camino empujando dentro de mí, todo mientras me daba instrucciones. Escuché atentamente sus palabras seguras e intenté hacer exactamente lo que me pedía. Pasó un buen rato antes de que me llenara por completo. Se paró, y puso su cabeza sobre la mía, hablándome con dulzura


-No luches Liv, déjate llevar. 


Acarició mis pechos, mi vientre, besó mi hombro, una vez más haciéndome gemir de placer contra mi voluntad. Mi cuerpo se relajó y su enorme tamaño se asentó dentro de mí. Su respiración calentó mi nuca y dejó escapar un gruñido. El sonido, tan masculino, tan primitivo, me maravilló.


-Por favor Iker… -Susurré, pero no sabía lo que le estaba pidiendo.


Estaba dentro de mí, en cada célula. Su pene palpitó dentro de mí y pude sentirlo. Pero más que eso, sabía que él podía sentirme a mí. No sólo mi temblor, sino a mí. En toda mi vida, nunca había sentido nada como eso. La sensación me asaltó, paralizándome, como si a mi mente no le fuera posible asimilar cómo debía reaccionar. Todo mi cuerpo tembló y se agitó alrededor de él mientras me empalaba una y otra vez, y aun así, estaba presente algo de morboso placer. Gruñó y se empujó contra mí de nuevo. Creció dentro de mí y yo no podía creer que realmente pudiera hacerse más grande. Gimió ruidosamente, y yo le seguí instantes después.


Cuando dejó de palpitar en mi interior, se derrumbó encima de mí, susurrándome al oído palabras reconfortantes.

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