Catherine encontraba en sus fantasías la válvula de escape que necesitaba, imaginando situaciones en las que se liberaba de todo lo que le ataba y el estrés del trabajo. Y en cuestión de sexo sus fantasías eran cada vez más osadas y atrevidas. Tan solo había conocido a Marco, nunca había estado con otro hombre, y fantasear con ello le excitaba muchísimo. Imaginaba todo tipo de situaciones tanto con gente conocida como con extraños y en todas ellas su actitud era de total pasividad, casi de sumisión, dejándose hacer y entregándose a los caprichos de los hombres con los que se imaginaba. ¿Pero por qué no hacer alguna de las fantasías realidad? Era una idea que martilleaba insistentemente su cabeza hasta el punto de convertirse en una obsesión. Pero también tenía sus momentos de lucidez y era entonces cuando comprendía que aquella locura, aparte que arriesgada, podía mandar al traste veinticinco años de su vida de los que no renegaba, aunque no la llenasen de plenitud vital. Y en...